Damas en el Mundial
Kolinda Grabar-Kitarović y las Pussy Riot, le dieron a la final del Mundial de Fútbol, una tónica distinta.
Con las consabidas diferencias entre el colectivo ruso de punk feminista y la primera mandataria de Croacia, hay algo en común y es la presencia femenina que avanza muchos pasos para alejarse de ser el tradicional elemento decorativo, que, mediante la presencia de modelos, con los que se exhiben productos con afán promocional.
Las Pussy Riot ponen en escena actuaciones de provocación política sobre temas como la situación de las mujeres en Rusia y, durante el segundo tiempo del partido final del evento deportivo, el grupo reclamó “liberar a todos los presos políticos, no encarcelar por hacer un ‘me gusta’, detener las detenciones ilegales en manifestaciones, permitir la competencia política en el país, no inventar acusaciones criminales y no mantener a personas en la cárcel sin ningún motivo”.
La agencia de noticias Interfax informó el domingo por la noche que podrían enfrentar sanciones de hasta 11.500 rublos (158 euros) ó 160 horas de servicio comunitario.
El grupo lleva años enfrentado a las políticas de Putin y sus miembros han cumplido penas de cárcel por organizar varias protestas de alto perfil.
Hasta antes del certamen, Kolinda era poco o tan conocida como cualquier otro líder europeo de un país pequeño, pero ahora es un ídolo de masas. Su presentación con la camiseta de su país y su imagen en el reparto de trofeos bajo la lluvia, mientras Putin o Macron estaba resguardados bajo paraguas, ya son parte de la iconografía mundialera.
Ella ha sido elogiada por su naturalidad, su deportividad, por sus abrazos a los jugadores croatas tras perder, por felicitar también a los franceses y por renunciar a su sueldo en los días que ha estado en Rusia. Su pasión la llevó hasta el vestuario croata, ya que en las semifinales bajó tras el partido a felicitarles personalmente.
Estos gestos conmovieron a la opinión pública mundial que no ha dudado en llenarla de elogios, no porque tenga una imponente y escultural figura, sino porque se comportó, como alguien lo dijo, con ternura y cariño, casi como una madre del seleccionado croata.
Pareciera, entonces, que la irrupción femenina, bien sea por medio de las aguerridas punks o de la maternal presidenta, ha causado una oleada de opiniones, favorables, las unas y alentadoras las otras. Solicitando un cambio de timón, un viraje hacia un mundo más comprensivo, menos hostil y más justo.
La autora es magíster en Comunicación Social y Periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER