“México lindo y querido”
En lo espiritual y afectivo, México es un país próximo a Bolivia. Hay una cultivada amistad y simpatía con esa nación que cobijó en diferentes épocas a los bolivianos proscritos; ha sido una generosa tierra de exilio para todos los que allí han buscado refugio. Varios intelectuales bolivianos han ejercido cátedra o efectuado estudios de postgrado en la UNAM. Es la patria del gran poeta, ensayista y premio Nobel de Literatura, Octavio Paz (1990). Una anécdota cuenta que en el camino de la capital a Acapulco descubrió Gabriel García Márquez el tono preciso para escribir su novela Cien años de soledad.
Y también nos es muy familiar por su música, su cultura, sus grandes figuras artísticas de ayer y de hoy. Es un incesante semillero de beldades femeninas; es “un pueblo soberano que llora de alegría y canta de dolor”, como dice una de sus canciones. ¿Quién no recuerda en nuestros días al prolífico artista Roberto Gómez Bolaños? El Chavo del Ocho inundó de regocijante humorismo las pantallas chicas en todo el continente. Y cuando usted asista a algún acontecimiento festivo, no le causará sorpresa ver y escuchar a los mariachis con su típico indumento de actuación y su canto de fervorosa sentimentalidad romántica.
Bueno, ese es el México que, grosso modo, conocemos. Dentro de unos meses, esto es, el 1 de diciembre próximo, asumirá la presidencia un antiguo luchador político, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con un 53 % de apoyo electoral. Su triunfo tiene la impronta de ser un premio a la tenaz persistencia desde hace unos 12 años como candidato. “La tercera será la vencida”, se suele decir cuando alguien se empeña en una conquista laboriosa. Ese logro llama la atención por varias razones. López Obrador ha desplazado a una fuerza política que monopolizaba el poder desde hace casi medio siglo. Sin embargo, México no estaba en ese proceso de alternancia cíclica entre izquierdas y derechas de Latinoamérica Y por eso mismo resulta ahora imprevisible su gestión.
¿Quién es el presidente electo de México? Es un hombre ya maduro, de 64 años. Lleva en el alma el idealismo quijotesco de redimir a una población de la cual casi el 45% bordea la pobreza , y un signo político que lo pinta de cuerpo entero, que él mismo se encargó de exaltar en su campaña preelectoral: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Su gesto desafiante y su retórica combativa lo aproximan a la etopeya de un caudillo populista. Pero según las primeras declaraciones, su discurso tiende a ser moderado. Sus colaboradores más próximos han manifestado a la prensa que no seguirá la funesta huella de los dictadores como Maduro, Ortega o Morales. López Obrador, no obstante definirse como izquierdista, sería –idealmente– harina de otro costal.
Pero le esperan a la puerta enormes desafíos. Quizás por su naturaleza y magnitud, los más visibles que de entrada probarán su consistencia política, moral y cívica son la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, la violencia y el desempleo. Es un hecho testimonial que los izquierdistas son, en general, fabulistas de la demagogia; los que buscan en el apoyo de los pobres un falso pedestal de popularidad, sin demostrar nunca capacidad para resolver problema de fondo en ningún país. Que México, con López Obrador, no corra esa suerte.
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS