La Bolivia de Evo (no) es una fiesta
Posiblemente dentro de algunos años, cuando se estudie los tiempos de Evo, como gustan de llamar este período algunos de los escribanos de su gobierno, quedará muy en claro que este país no estuvo de fiesta, más allá del rutilante e ininterrumpido periplo de viajes nacionales e internacionales que hizo, y que seguramente seguirá haciendo hasta su último día en el poder, el principal protagonista de este cabaret en su avión de 38 millones de dólares.
El Ministro de Defensa ha utilizado con cierta propiedad la palabra fiesta refiriéndose a cómo posiblemente se ve la realidad de nuestro país desde la perspectiva de quienes nos gobiernan. Nunca antes los precios de los minerales y del gas fueron tan altos, nunca antes los ingresos del Estado tanto por regalías, como por impuestos, fueron tan generosos. Nunca antes el país pudo contar con suficiente dinero como para tener políticas de estado serias en relación a educación, salud, infraestructura y desarrollo económico. Y nunca antes un gobierno tuvo tanto tiempo para poder consolidar esas políticas de estado, van 11 años y medio, y suman y siguen.
Sí, para ellos, con tanto avión, con tantas reuniones internacionales, con tantas entregas de obras, sean estas útiles, o no, sean estas lo más necesario o no, seguro que estos años han sido una fiesta, es más, un jolgorio.
Aplaudido y mimado internacional y localmente hasta hace poco, el presidente Evo ha perdido el sentido de la realidad y muchos de quienes lo rodean también, pasa con la embriaguez que sucede generalmente en las fiestas vernaculares. Se sabe también, cuánto desentonan los que no se emborrachan, cuán molestos son estos, y cuán impertinentes son en una farra, peor, en una farra de poder.
El Ministro se equivocó en la segunda parte de su metáfora, los que molestan la fiesta, no son los borrachos, sino los sobrios, evidentemente, están queriendo arruinarles la celebración. Y es que les están haciendo recuerdo que el contrato con el local fenecía a una hora claramente convenida, y los poderosos borrachos están dispuestos a romper botellas y sillas para expulsar o amedrentar a los sensatos.
Bolivia es mucho menos pobre hoy de lo que lo fue a lo largo de su historia, y sin lugar a dudas, la mayoría de los bolivianos vive hoy un poco mejor que antes, pero no quepa la menor duda que este gobierno se ha farreado, en su fiesta particular, la mejor coyuntura económica de su historia.
Esa fiesta está por terminar, eso se nota, el día está clareando.
El autor es operador de turismo.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ