De la salud y las prioridades, y sensibilidades presidenciales
Más allá de que el lamentable deceso de la joven embajadora de El Salvador hubiera podido darse aún si en La Paz existiese un hospital verdaderamente bueno, lo cierto es que esta muy triste situación pone en evidencia lo que sabemos de memoria: somos un país muy pobre, lleno de deficiencias y que no deja de ser sensato, si se puede, hacerse atender fuera de nuestras fronteras. Lo hacen no sólo los ricos, sino también los pobres, que son recibidos en hospitales argentinos. Sí señores, la ilusión de estos supuestos años dorados de Evo no es mucho más que eso, seguimos con enormes problemas en asuntos fundamentales.
Negar que en estos 12 años no hubieran tenido lugar algunas mejoras en el campo de salud sería injusto. Es seguro que en términos absolutos se ha invertido más dinero que nunca antes en la salud en nuestro país y que, hoy por hoy, hay cierta atención en los sistemas estatales que es mejor a lo que era hace tres lustros.
Y, sin embargo, es posible que si vemos cifras y porcentajes, estemos peor que nunca. ¿Cuál es el porcentaje de dinero del que dispone el Estado, que invierte y gasta en la salud de los bolivianos? ¿Es ese porcentaje igual o mayor al del año 2005? Aclaremos, si el porcentaje fuese igual seguiría estando mal, porque entonces, por la falta de dinero, la salud no podía ser atendida adecuadamente. En estos años de danza de miles de millones y con un gobierno que enarbola las banderas del pueblo, y de la justicia social, ¿no debió haberse hecho un cambio sustancial en ese sistema?
La semana pasada, el presidente Evo ha dicho una de las mayores “evadas” de su prolífica producción, ha sugerido que por falta de orientación adecuada no se hubiera ocupado, como es debido, de la salud y de la construcción de hospitales. Un presidente que está la friolera de casi 12 años en el poder, no puede lamentar ni falta de orientación ni falta de oportunidad; en realidad, tiene que darse cuenta que su tiempo ha pasado.
El hermano Evo, como imperativamente exige que lo llamen, si de falta de orientación se tratara, debería ser también culpado. Es él quien nombra a sus ministros y el haber tenido a alguien como Calvimontes como Ministro de Salud fue un exceso de previsibles consecuencias.
Pero esta confesión tiene implicaciones muy serias. En primer lugar está la falta del más elemental sentido común. Cualquier persona sabe que lo primordial es la salud y que el presidente de un país necesite orientación para eso, dice muy mal de él como individuo. Aquí ya no se trata de falta de información, implica, más allá de la falta del mencionado sentido común, una enorme falta de compasión y de empatía para con los que sufren.
Sí, estos años Evo se ocupó del Dakar, de su avión, de su palacio, de su museo, del teleférico, de las canchitas sintéticas y no se le pasó por la mente que lo más importante para la gente es la salud, aunque supuestamente le dijeron que tenía un hijo, que éste estaba enfermo, y luego le contaron que había muerto, pero él seguía en su rutina de inauguraciones y partidos de fútbol, con toques de diana cuando él metía un gol.
Preocupa que el Primer Mandatario no se hubiera dado cuenta de la situación de la salud en el país cuando su entorno gubernamental tuvo algunas situaciones extremas. Javier Hurtado, ministro de los primeros tiempos, la renuncia por razones de salud del Ministro de Finanzas y la penosa kermés que se organizó para pagarle su tratamiento en Brasil; la muerte del presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, tenían que haberle hecho reflexionar respecto a un tema tan importante. Su insensibilidad o su inmadurez estremecen.
La muerte de la embajadora, las noticias sobre el problema del equipo de radioterapia inservible, las colas enormes, tanto en los hospitales generales como en los del seguro de la Caja y las declaraciones del Primer Mandatario de la nación hacen una constelación de espanto.
El autor es operador de turismo.
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ