Dejándose al olvido
Cada vivencia, cada experiencia y cada momento en nuestras vidas puede ser especial, en el sentido de hacerte bien o mal. Muchas veces, pensamos que todo sucede por una razón y lo dejamos pasar, sin pensar en resolverlo en su momento, sobre todo si se trata de algo malo. Ahí comenzamos a cargar.
Las cargas emocionales se hacen pesadas con el paso del tiempo, cuando surgen remordimientos y arrepentimientos. El largo y apurado camino de la cotidianidad no ayuda a que uno se concentre en cada momento, porque nos apuramos en que todo suceda y no nos detenemos.
El estrés, la vida laboral, el ritmo de vida y la rutina nos hacen caer en un círculo en el que nos introducimos, a veces sin darnos cuenta. Puede ser que estemos rodeados de muchas personas, pero sentir que no hay nadie que comprenda lo que uno siente.
Una compañía, un buen café, el abrazo de un ser querido nos revitalizan y eso permite que sigamos en el camino, pero no vemos el trasfondo del asunto y es que cada vez nos vamos dejando más al olvido, dejando de lado la individualidad, esa que nos hace únicos.
Hace poco recibí un concepto, vivir el presente, mirar al futuro y fluir. Parece sencillo, pero llegan momentos en los que no comprendes lo que pasa y sólo depende de ti seguir. “No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista”, señala un adagio muy conocido y es que pese a todo sigue siendo un momento. La decisión de uno mismo es el principio para acabar de olvidarnos. Toca comenzar a mimarnos.
Periodista del Número Uno de Los Tiempos
Columnas de Geraldine Corrales Arandia