Por Samuel…
Siempre supe que la frase “nadie es insustituible” es una falacia, una impostura fomentada por los empresarios privados que, así, dan a conocer que cualquiera de sus trabajadores puede ser fácilmente reemplazado.
Pero no…
El ser humano es complejo y, en esa complejidad, cada uno es diferente del otro. Cuando una persona deja un lugar, este no podrá ser llenado nunca. Vendrá otra a ocuparlo pero no será el mismo, aunque haga las mismas cosas o mejor.
Para mí, Samuel Blanco Blanco es una persona insustituible. Cuando lo conocí, era dueño de una energía y entusiasmo difíciles de igualar. En Potosí ya se había hecho conocido por sus esfuerzos para luchar contra el contrabando, pues era uno de los capos de la única fábrica de harina y fideos que existía en la Villa Imperial, pero su fama nacional, e incluso en su natal España, llegó de la mano de Real Potosí.
Fanático del Real Madrid, fundó una academia de fútbol a la que llamó Real Potosí pero, ansioso por llegar a la primera división, compró el Club Bamin, que jugaba en la asociación local. Con ese equipo ganó la Copa Simón Bolívar y le devolvió a Potosí la plaza que había perdido en la Liga del Fútbol Profesional Boliviano.
Cuando el equipo ascendió a la Liga, Samuel dijo que pelearía por mantenerse en el medio de la tabla pero no cumplió. Su gusanito futbolero lo impulsó a más y no solo logró consolidar el nombre de Real Potosí, desprendido del Bamin, sino que se atrevió a luchar por el título.
Para entonces, ya era tan conocido que, cuando se fundó el diario El Potosí, se decidió invitarle a ser director. Fue cuando lo conocí y pude compartir con él momentos y confidencias que creo que tuvo con pocos.
El Samuel Blanco director era distinto del Samuel Blanco presidente del Real Potosí. No se atrevía a ir muy lejos, porque el terreno le era desconocido, pero sabía cómo impulsar al equipo, uno que no era de fútbol sino de redacción.
Una sola vez juntó ambos equipos: cuando Real Potosí clasificó por primera vez a la Copa Libertadores.
Pero toda historia feliz tiene siempre un declive.
Su salud le obligó a dejar Potosí y, cuando se fue, supe que era el final para el equipo de fútbol que tenía a Blanco no solo como presidente sino como su alma misma.
Ninguno pudo ocupar su lugar.
Sin los ánimos, pero fundamentalmente sin el soporte económico que Samuel le daba, el equipo comenzó a declinar y ahora sus jugadores deben prestarse pantaloncillos cortos para saltar a la cancha.
Samuel mejoró pero no se curó. Actualmente está en el exterior, esperando un donante de pulmón. Se hace extrañar. Es insustituible.
El autor es periodista, Premio Nacional en Historia del Periodismo.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA