Mestizos somos todos
Desde hace una década y un par de años, el partido gobernante emite mensajes destinados a la defensa de lo originario como parte de su discurso político. Inicialmente lo hizo, al parecer, con buenas intenciones.
Años después, la expresión de estos mensajes termina exacerbando los odios entre quienes creen o dicen pertenecer a una etnia.
Y esto es más evidente a partir de 2012 cuando se llevó adelante el Censo Nacional de Población y Vivienda. En ese momento se pidió a los habitantes que se autoidentificasen con alguna de las 36 etnias entre las que se podía elegir. No estaba incluida la mestiza, porque, señalaban, no es una etnia. Claramente se notaba un sesgo purista, en la boleta censal, que trataba de defender lo autóctono por encima de lo mezclado.
Más de la mitad de los encuestados no se identificó con etnia alguna.
Este resultado no hizo mella en los gobernantes quienes siguen machacando y defendiendo a las etnias puras, con la intención de reparar los daños ocasionados a los pueblos originarios 500 años atrás. Sin embargo, esta reparación está enfocada en los daños ocasionados por la Colonia y hasta bien entrada la República, pero habrá que ver, cuánto realmente ha restituido el Estado Plurinacional. El Fondo Indígena es un ejemplo.
El resultado general es una profunda división del país.
No faltarán quienes digan que gracias a este empeño del Gobierno, ahora los originarios levantan la cabeza con orgullo y no se sienten menospreciados. Tampoco escasearán quienes sostengan que cada quien debe saber cuál es el sitio a ocupar en la sociedad, ocultando, un discurso de clases sociales.
Las dos posturas son imperfectas. Una cultura destinada a sobrevivir es aquella que se mezcla, las que no lo hicieron perecieron o están a punto de hacerlo. Precisamente la riqueza de Bolivia no radica en sus minerales, sino en su gente que ha sabido colocar sus diferencias a un lado y ponerle el hombro a sus proyectos, mezclándose y siendo mestiza.
El problema radica en que el discurso emanado desde el enojo ha enraizado fuertemente. Empero son palabras viejas.
Habría que preguntarse si después de tantos años, de escuchar y leer la misma cantaleta, es posible cambiar el sonsonete, hacia un discurso integrador.
Al respecto, Sudáfrica ha logrado trascender el apartheid bajo el liderazgo de Mandela. Por lo mismo, queda la duda si, ¿realmente seremos capaces de superar la etnicidad como elemento base para el “ser boliviano”? ¿Y si podremos construir país con libertad y respeto a los otros?
La autora es magíster en comunicación social y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER