El menú político
El menú político está servido en nuestras mesas. Lo curioso es que aparentemente solo hay dos platos que podemos servirnos, y tampoco se nos permite mezclar ingredientes de las dos comidas en nuestros platos. Entonces, ¿cuáles son estos dos platos?
Sin pensar en el orden, la presentación de platos de hecho nos aparece al mismo tiempo, los cocineros apurados nos los presentan con la amenaza de que si consumimos uno de ellos no podemos ni mirar el otro.
Nos dicen que un plato contiene los siguientes ingredientes: libertad, alternancia en el mando, reglas claras, rebeldía y una pizca de extremismo de derecha.
El otro plato estaría compuesto por los ingredientes de: abundancia económica, un fondo más profundo para que más bocas saboreen, y unas cucharadas de intolerancia corporativa.
Sin embargo, con los tiempos que corren en los que se desarrollaron más y más alergias a distintas cosas, no se dan cuenta los cocineros del menú político de arriba, que el no ofrecer otras alternativas reduce sus posibilidades de que aceptemos sus ofertas aunque haya amenaza de por medio.
Tampoco consideran que hay quienes siguen ya sea dietas estrictas o preferencias ecológicas por ciertos alimentos, desplazando otros. O aquellos que incluso por pura moda coyuntural eligen consumir alimentos de una marca determinada solamente.
Las alergias y las dietas alternativas se presentan como factores que cuestionan rutinas ancestrales que las tenemos engarzadas. Por ejemplo, si seguimos pensando que la vía exitosa de resolución de nuestros conflictos sigue pasando por la protesta en la calle creo que no hemos aprendido nada como sociedad. Y ya ni hablar de innovación política.
En este menjunje culinario, es crucial considerar que aquello que se avizora como activismo político en redes y en las calles, que manifiesta cierta distancia con líderes, puede expresar cualquier tipo de ideología; incluso, por extraño que parezca, la de la extrema derecha.
Ciertamente son nuevos tiempos, qué duda cabe, la que sí cabe es si hemos aprendido a innovar de la mano de la modernidad tecnológica, o si el rostro de aquello que consideramos como injusto sigue siendo alentado por emociones más que por razones. Termino proponiendo un desafío: cerrar los ojos y trasladarnos al día después del momento en que una de las comidas de las que hablo arriba obtenga el primer premio, limpiemos el plato incluso como cuando algo es muy sabroso, raspando con un pedazo de pan, y acto seguido pensemos qué viene luego: ¿un espacio vacío, repetir el plato, o un nuevo menú a consumir? Yo hasta ahora sólo veo un vacío.
El autor es politólogo y docente universitario
Columnas de MARCELO AREQUIPA AZURDUY