La otra cara del poderío estadounidense
La economía de los Estados Unidos sigue siendo la más fuerte y desarrollada del planeta. Seguida muy de cerca por la economía de China gracias a su gran avance en los últimos decenios. Sin embargo, si se usa como índice de medida el ingreso por habitante, la brecha entre ambas economías es aún muy amplia.
A pesar de esto, en junio de 2015, al anunciar su postulación a la presidencia del país, Donald Trump expresó: “Nos estamos convirtiendo en un país del tercer mundo”. El comentario tenía relación, sobre todo, con la apreciación del candidato sobre el estado de la educación en los Estados Unidos. Con todo, inquietantes datos presentados y comentados en el boletín digital de la BBC de Londres, en noviembre de 2017, parecían darle la razón al líder populista. Los mismos mostraban que el desarrollo social estadounidense no estaba en concordancia con la prosperidad económica. Así, por ejemplo, la esperanza de vida es de 79,2 años, por debajo de la esperanza de vida en varios países desarrollados e, inclusive, algunos latinoamericanos como Chile, Costa Rica y Cuba. En 2015 la mortalidad infantil es de 5,6 por cada 1.000 nacidos vivos, por encima del mismo índice en países como Cuba, Bosnia-Herzegovina y Croacia. Por otra parte, el indicador de pobreza infantil, medido por el porcentaje de niños que viven en un hogar cuyo ingreso es menor en 50% del ingreso medio nacional, señala que el 23,1% de los niños en Estados Unidos viven en esa situación. La mortalidad materna pasó de 17,5 muertes por cada 1.000 nacimientos en el año 2000 a 26,5 en el año 2015. Una tasa elevada si se la compara con las de Japón (6,4), Dinamarca (5,8) y Canadá (7.7).
A estos fríos pero elocuentes datos se suman las apreciaciones sobre la materia de un experto de las Naciones Unidos, Philip G. Alston, relator de la organización sobre “pobreza extrema y derechos humanos”. Para este experto, según un informe presentado en junio de este año en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la “enorme riqueza y conocimiento” en Estados Unidos contrastan con “las condiciones en las que viven grandes cantidades de sus ciudadanos”. Cerca de 40 millones viven en pobreza, 18,5 millones en extrema pobreza y 5,3 millones en extrema pobreza propia de países del tercer mundo. En otro sentido, Estados Unidos tiene una de las tasas más bajas de “movilidad social intergeneracional de los países ricos”. Esto hace que las altas tasas de pobreza infantil y juvenil perpetúan la “transmisión de la pobreza” de una generación a otra.
Este demoledor informe fue calificado por Nikki Haley, embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, como “engañoso” y “motivado por razones políticas”. Poco después anunció que su país, invocando otras razones, había decidido retirarse del Consejo de Derechos Humanos.
El autor es docente universitario
Columnas de ALBERTO ZELADA CASTEDO