¡Viva la “Patria”!
Hace algunos años, una tarde de resaca del 6 de agosto mientras dormitaba entre pajarillos y la brisa invernal, la selección musical de mi computadora me recordó lo que se celebra en esa fecha, cuando escuché estos versos de Caetano Veloso que, traducidos al castellano, dicen así: “Yo no tengo patria, tengo matria y quiero fratria”.
El acertado poeta resumió la amargura que me inunda cada vez que se festejan las efemérides de Bolivia. Se me vino a la cabeza que el trillado concepto de “patria” deviene de “patriarcado”, orden social basado en relaciones de dominación que comienzan por casa y se solventan en el “monopolio legítimo de la fuerza”. En tal medida, me es aterradora esa significancia de “patria”, más aún pensando que el sentido de pertenencia que suele enunciar, tiene como referencia a un “otro” del que nos debemos diferenciar y hasta odiar, siendo el espejismo de la “patria” lo que ha arrojado a la muerte y al asesinato de su prójimo, a miles de jóvenes en las guerras de todo el orbe, y donde ese abstracto constructo adquiere mayor valor que la vida.
Así, desde pequeños, se nos induce a una especie de amor fetichista por esa categoría vana y que una vez por año en Bolivia reviste el significado de unas banderas gastadas que flamean para la ocasión, de apáticos estudiantes marchando por las calles y de aparatosos actos donde una vez más, las Fuerzas Armadas, esas mismas que alguna vez se levantaron contra su pueblo con el argumento de eliminar al “enemigo interno”, juraron morir por la “patria”, sin importar que la consigna del momento sea “patria o muerte, venceremos” o “subordinación y constancia”, porque, de todas formas, suele enmarcar una promesa inútil y vacía.
¿Qué se puede esperar de una organización social en la que el comportamiento colectivo denota un total desconocimiento de la noción de bien común? ¿Acaso no serían la “patria” los ríos en los que día a día botamos nuestros desperdicios? ¿No son parte de la “patria” las miles de hectáreas de bosque que se chaquean cada año? ¿Los bienes y recursos públicos que se malversan no son también la “patria”? ¿No son la “patria” los niños de la calle que en nuestras narices se desmoronan de a poco por el consumo de clefa? ¿O los mismos soldados que solían ser tomados como fuerza de trabajo gratuita de los que tienen muy en claro la funcionalidad que puede alcanzar el “servicio a la patria”?
Por otro lado, siguiendo con la reflexión de Caetano Veloso, no deja de ser veraz que en realidades como las latinoamericanas, son las mujeres, que se dividen entre el trabajo doméstico y el productivo, las que verdaderamente dan el empuje a su comunidad y la moldean a su semejanza (pensemos en las matronas que controlan el comercio informal como actividad económica de mayor envergadura en Bolivia), acercándose más a este contexto, la noción de “matria”, pero una “matria” nunca reconocida, menos valorada y que además es sometida constantemente a la violencia doméstica.
Mientras tanto, en el mundo patriarcal de los espejismos, los que figuran son los que se llenan de simbolismos huecos y aguerridos, como los demostrados en cada parada militar, donde se renuevan las temerarias amenazas de palabra a los “enemigos de la patria” pero desde un casi inexistente poderío bélico.
La autora es socióloga.
Columnas de ROCÍO ESTREMADOIRO RIOJA