“Lava jato” trinacional
Hace algo más de tres años, cuando a mediados de 2015 comenzaron a salir a la luz pública los resultados de la “Operación Lava Jato”, el escenario político brasileño sufrió sus primeros temblores. Poco a poco, a medida que el escepticismo inicial se fue transformando en estupor, dada la magnitud de los negociados revelados y la importancia de los personajes acusados, juzgados y apresados, la intensidad de los sacudones fue subiendo hasta alcanzar la magnitud de un verdadero terremoto. Fue tan fuerte, que el sistema político todavía no se recupera de las ruinas a las que quedó reducido y la economìa brasileña tampoco logra recuperarse del impacto.
Algo muy similar, pero a una escala aún mayor, ocurre ahora en Argentina. Como la “Operación Lava Jato” en Brasil, los “Cuadernos K” son el detonante que activó un polvorín cuyo potencial explosivo se fue nutriendo durante los últimos años, décadas se podría decir, con escandalosas cantidades de dinero extraídas de las arcas fiscales para engrosar las fortunas de políticos y empresarios aliados.
Además de sus similitudes, el caso argentino tiene peculiaridades que, por difícil que parezca, opacan lo ocurrido en Brasil. Es que no son sólo miembros de los más altos niveles de la élite política y empresarial que están siendo investigados, juzgados y condenados. La ola depuradora llega también con la fuerza de un tsunami al núcleo del Poder Judicial, arrastrando a jueces y fiscales que, en complicidad con empresarios y políticos, armaron una muy poderosa organización criminal.
Esa estructura, que hasta hace pocos días parecía indestructible, ha comenzado a desmoronarse. Y estando todavía tan frescas las experiencias sufridas por sus pares brasileños, la sola posibilidad de que les pase algo parecido fue suficiente para que el pánico se apodere de los empresarios y políticos argentinos involucrados con la corrupción.
Esa ola de pánico, reforzada por las imágenes del exvicepresidente Amado Boudou ingresando a una cárcel como un delincuente común, ha desencadenado una carrera de confesiones y delaciones. Rotos los lazos de lealtad, servilismo y complicidad que sostenían el mecanismo, se abre incluso la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner siga pronto los pasos de Boudou.
Hay más, los mecanismos de la corrupción que están siendo desmontados en Brasil y Argentina tienen otro elemento en común: sus raíces y ramas se extienden hasta nuestro país. Razón más que suficiente para que cierto nerviosismo cunda entre quienes durante los últimos años tuvieron en sus manos los negocios estatales, especialmente en lo relativo a obras públicas y negocios gasíferos.