El doble aguinaldo, una batalla crucial
Hace casi cinco años, cuando en noviembre de 2013 el gobierno nacional promulgó el D.S. 1802 mediante el que dispuso el pago de un doble aguinaldo para trabajadores del sector público y privado del país, la medida fue recibida con un amplio abanico de reacciones que fueron desde el desmedido entusiasmo en las filas gubernamentales y de sectores asalariados, en un extremo y, en el otro, expresiones de alarma entre quienes desde empresas pequeñas, medianas y grandes sostienen el sector privado de la economía.
Poco menos de cinco años han transcurrido desde entonces y el tema sigue igual de vigente porque es uno de los que marca la línea fronteriza entre dos modelos de país y de futuro entre los que tenemos que elegir.
A un lado de esa línea está un Estado todopoderoso capaz de definir, por voluntad y capricho de quienes lo conducen, el destino de sus súbditos. Por ejemplo: según esa fórmula, la diferencia entre quienes conserven o consigan una fuente de trabajo estable, o quienes mantengan viva su empresa o la declaren en quiebra, depende del grado de sumisión que estén dispuestos a mostrar.
Un país plagado de funcionarios y empresarios obedientes y serviles es el mejor de los escenarios para un Estado totalitario como el que está en ciernes. Según esa lógica, un sector privado de la economía es un escollo que se debe destruir.
Cien años han pasado desde el primer experimento hecho en ese sentido. Fue en la URSS donde por primera vez se aplicó la fórmula con resultados que ya han sido juzgados por la historia.
Pese a ello, todavía hay quienes creen que el mejor camino hacia un mejor futuro pasa por eliminar al sector privado de la economía. En esa lógica, de nada valen las experiencias históricas. Nada les dice el caso cubano y tampoco los conmueve la tragedia venezolana. Insisten en hacer de Bolivia un nuevo laboratorio donde poner a prueba sus delirios justicieros.
Es ahí que el doble aguinaldo aparece como uno de los instrumentos de una política de Estado dirigida a destruir con medios aparentemente novedosos, lenta pero eficientemente, al sector privado de la economía.
No es pues poco lo que se juega con este motivo. El destino, no de cientos, sino de miles de empresas productivas, entre grandes, medianas y pequeñas, está siendo puesto en juego. Por eso, la batalla contra la demagogia que inspira el doble aguinaldo es crucial. Es uno de los muchos factores de los que depende el país que tendremos mañana.