Cuentas bancarias y secretos políticos
La semana pasada tuvo características pantagruélicas: comenzó con un gélido 6 de Agosto en el que las calles del centro de Potosí estuvieron secuestradas, prosiguió con el inverosímil robo de la medalla presidencial que, acto seguido, se coronó con la noticia de que un diputado se desnudó en un aeropuerto.
Si no estuviéramos conscientes de que todas esas cosas ocurrieron realmente, parecería que nos encontramos frente a la lluvia de ideas de un taller de creación literaria en la especialidad de realismo mágico. No obstante, el hecho de que la medalla haya sido robada mientras su custodio estaba en un prostíbulo y que el ladrón la haya devuelto depositándola en la puerta de un templo es tan surrealista que quizás ni el mismo García Márquez podría aceptarlo si resucitara.
Pero ocurrió en Bolivia. Y aunque ahora seamos motivo de burla en la comunidad internacional, hay que admitir que el escándalo, y la inmediata vergüenza aeroportuaria, sirvieron para verificar hasta qué punto está dañada nuestra capacidad de asombro.
Antes nos alarmábamos por hechos salidos de lo común. Las violaciones eran esporádicas y los reportes de agresiones sexuales a menores de edad eran auténticos lunares. Hoy en día se han convertido en noticias casi rutinarias que aparecen en los canales de televisión prácticamente todas las semanas. Y nuestra capacidad de asombro ante ellas ha menguado.
Hasta hace poco, los casos de corrupción eran motivo de escándalo y generalmente terminaban costando la cabeza de los funcionarios involucrados. Ahora son hechos cotidianos, reportados con frecuencia, y muy rara vez perjudican a quienes se ven envueltos en ellos. Por eso es que nuestra capacidad de asombro ante ellos es cada vez menor.
Las denuncias de grandes casos de corrupción se han convertido en una tendencia del Gobierno que, pese a que afirma que lucha contra ese flagelo, lo que generalmente hace es minimizarlas.
La otra es la de los escándalos, generalmente vinculados al consumo de bebidas alcohólicas y conductas sexuales que también tiene cifras preocupantes. Recuérdese que existen casos de violaciones a menores que, por lo graves, determinaron por lo menos el licenciamiento de diputados masistas. Un caso emblemático, por combinar alcohol y bajos instintos, es la violación a una empleada de la Asamblea Legislativa Departamental de Chuquisaca.
Con todos esos antecedentes, habrá que convenir que los hechos de pasada semana son, simplemente, la lógica consecuencia de un Gobierno que tiene preocupantes tendencias que no fueron escarmentadas a tiempo.