¿Agua para Cochabamba?
Aparentemente, la información de que la Empresa Misicuni piensa distribuir agua mediante carros cisterna ha pasado como una más de aquellas que dan cuenta de cómo se puede sembrar nabos en las espaldas de quienes vivimos en Cochabamba, pese a que se trata de espaldas ya curtidas con tanto engaño sistemático.
No sólo eso. La propuesta nace del hecho de que se habría declarado desiertas algunas convocatorias para la construcción de sistemas de distribución de agua y se optaría, una vez más, por invitaciones directas. Es decir, no sólo que se siembra nabos en nuestras espaldas, sino que al hacerlo se abren las puertas, nuevamente, a la corrupción, al convertir la excepción en la regla, y se sigue empoderando a un grupo corporativo de propietarios de cisternas que ya demostró su poder, en alianza con el MAS y los “movimientos sociales”, en enero y abril de 2001.
Se trata, lamentablemente, de un nuevo capítulo de la tragicomedia Misicuni y agua para Cochabamba, serie que ha sido escrita por muchos guionistas, con la participación y actuación bien retribuidas (económica y políticamente) de autoridades locales y nacionales, empresarios, nacionales y extranjeros, dirigentes cívicos y gremiales que, a su turno, han sabido aprovechar la legítima demanda de tener acceso al agua.
No hay que olvidar que hasta ahora en ese proyecto se ha gastado la friolera de alrededor de 200 millones de dólares, y una vez que la represa se llenó y podía comenzar la distribución de agua acumulada, se procedió con total improvisación y haciendo prevalecer mezquinos intereses sectarios. Así, a la ausencia de redes de distribución de agua se sumó el destrozo de tuberías por la fuerza con que se lanzó el agua. El colmo, la decisión de utilizar cisternas.
Hay que mencionar, además, que los guionistas de la tragicomedia cuentan con mecanismos de consulta de percepción ciudadana: cuando la atención ciudadana está centrada en temas de interés nacional (por ejemplo, la defensa del 21F, el rascacielos presidencial, el favor que cree hacer al país el Primer Mandatario al mantener su intención de volver a postularse inconstitucionalmente, etc.), los escribidores hacen desaparecer a los principales actores de escena y los preparan para actuar en la siguiente siembra de nabos y, como si nada, reescribir los entuertos del drama (que es como revolver el río para que ganen lo pescadores). Obviamente pueden actuar así porque los dejamos hacer sin mayor pataleo, situación que cambiaría si pudiéramos apropiarnos del guión y transformar esta tragicomedia en un serio documental.
Para ello se requiere de un elevado grado de compromiso y coordinación, poniendo los ojos en lo que interesa a la región y no a los pasajeros del avión presidencial que es, al parecer, donde se despachan los asuntos del Estado o nuestra región (aunque con su nuevo rascacielos tal vez el Primer Mandatario viaje menos y administre mejor).
En ese escenario debería tener la batuta, por fin, el Gobernador del Departamento, quien si asumiera sus atribuciones como corresponde podría impulsar en forma transparente y plural un proceso de concertación con los alcaldes de los gobiernos municipales beneficiarios del proyecto Misicuni y constituir la instancia que defina las políticas a seguir y supervise su correcto cumplimiento. Así se evitaría que los ejecutivos de la Empresa Misicuni y de los servicios municipales de agua, que han dado muestras de privilegiar la atención a sus particulares intereses, sigan asumiendo como propias esas atribuciones, actitud que impide avanzar hacia la meta de dotar agua a los cochabambinos.
Sería, además, un excelente homenaje a Cochabamba en este 14 de septiembre y, también, a la racionalidad, porque no cuadra, de ninguna manera, que alrededor de 200 millones de dólares gastados en el proyecto, terminen beneficiando a algunos burócratas venales y una corporación poderosa como la de los propietarios de camiones cisterna.
El autor fue director de Los Tiempos
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA