El colapso de Venezuela
A pesar de que el colapso de la economía venezolana ya no tiene ningún valor noticioso, pues desde hace ya mucho tiempo es bien sabido que ese país está sumido en crisis cuya profundidad ya le ha dado un lugar privilegiado entre las más catastróficas de la historia de la economía mundial, no dejan de sorprender las noticias que llegan a diario sobre los extremos a los que puede llegar un país cuando es mal gobernado, no dejan de sorprender.
La más ola de esas pésimas noticias es la que da cuenta de los primeros resultados del paquete de medidas económicas impuesto por Nicolás Maduro la semana pasada. Tal como era de prever, ha sido un rotundo fracaso. De nada sirvió la eliminación de cinco ceros a la moneda local ni la promulgación de una serie de medidas legales draconianas para concebidas con la absurda intención de imponer por la fuerza un retorno a la normalidad económica.
En efecto, y aunque en circunstancias como las que sufre venezuela no hay manera de tomar en serio las cifras, se calcula que durante los primeros siete días de vigencia del nuevo plan económico la inflación no ha detenido su vertiginoso ritmo ascendente. Ha llegado a 150 por ciento en una semana. Es decir, los hechos han vuelto a dar la razón a quienes algo entienden de las leyes básicas de la economía.
Nada de eso importa a quienes gobiernan Venezuela. Ellos siguen creyendo que fenómenos como la escasez de productos en los escaparates de los mercados, la consiguiente alza de precios y devaluación de la moneda es algo más relacionado con artes mágicas que sus delirantes políticas o, peor aún, con una supuesta conspiración “del imperialismo y sus aliados internos”
Mientras tanto, los precios siguen subiendo. Y el régimen de Nicolás Maduro, como si nada pudiera aprender de la experiencia histórica, insiste en recurrir a la fuerza para detener la escalada. Ha desencadenado una ola detenciones contra empresarios, desde los más grandes hasta los más humildes tenderos de barrio, acusándolos de no acatar la lista de precios promulgada como norma de cumplimiento obligatorio. Por supuesto, tal medida no hace más que agravar el problema de la escasez y la especulación.
Como se sabe, la gravedad del colapso venezolano ya ha adquirido una dimensión internacional debido, entre otras razones, al masivo éxodo de su población. Lo que ha comenzado a ser motivo de preocupación incluso en Bolivia que, con la indeseable compañía de Nicaragua, da su pleno respaldo a los directos causantes del desastre. Razón más que suficiente para preocuparse por lo que ocurre en Venezuela como si uno más de nuestros propios problemas se tratara.