El 21060 y la salud de nuestra economía
Las noticias que a diario dan cuenta de la situación económica de la mayor parte de los países latinoamericanos, y peor aún las que se refieren al estado de la economía mundial, son suficientes para reavivar los temores que desde hace algún tiempo se ciernen sobre el futuro.
Esa tendencia, que ya se inició en años pasados, también se hace sentir en nuestro país. Una de ellas, tal vez la más encomiable, es que en los discursos oficiales se van abriendo paso poco a poco, pese a las resistencias, algunas señales de moderación y prudencia cuando de hablar sobre la situación actual y sus proyecciones hacia el futuro se trata. Es bueno, pues una condición indispensable para hacer frente a las dificultades es tener el valor de afrontarlas y no recurrir a explicaciones cuyo simplismo linda con lo absurdo.
Tan importante como lo anterior es que entre las críticas, análisis y reflexiones sobre las políticas gubernamentales también se abren paso las posiciones mesuradas, las que eluden la tentación de la fácil descalificación.
En la medida en que eso ocurre, se hace más fácil reconocer que, aunque muy lejos de lo que sería de desear, la economía boliviana está en mucho mejores condiciones que las de otros países latinoamericanos. Basta comparar nuestro caso con calamidades tan grandes como las que sufren Venezuela y Argentina, por ejemplo, para atenuar la severidad con que se suelen juzgar las políticas gubernamentales.
Y si eso es válido para el presente, lo es también para el pasado. Tan mezquino como no reconocer algún mérito a quienes mantuvieron el rumbo de la economía nacional tan distanciado del venezolano, por ejemplo, sería negar que por lo menos parte de esos buenos resultados son atribuibles a los aciertos de gestiones pasadas.
En efecto, a la luz de los datos y haciendo a un lado los apasionamientos, resulta innegable que los relativamente buenos resultados de los últimos años se explican por la prudencia con que se han conservado los lineamientos básicos de la política económica puesta en vigencia hace ya 33 años, el 28 de agosto de 1985, cuando el Gobierno encabezado por Víctor Paz Estenssoro aprobó el Decreto Supremo 21060.
En efecto, muy a pesar de la dureza de los términos con los que aún hoy se refieren al histórico 21060 y más allá de las palabras, lo cierto es que sus lineamientos centrales están hoy tan vigentes como hace 33 años. Lo que merece ser destacado porque eso indica que Bolivia, sus gobernantes y sus habitantes hemos sabido asimilar las traumáticas experiencias del pasado, lo que nos permite vislumbrar con cierto optimismo los desafíos que vendrán.