La muerte del niño Hernán genera reacción, no cambios
Han pasado 10 días de la trágica muerte de Hernán Guzmán Ricaldez, de siete años, en el pozo séptico de su escuela de Uspha Uspha, sin que se sepa que pasó. Quién sacó la tapa de cemento del depósito y la reemplazó por una madera.
Luego, por qué nadie socorrió al niño, ni siquiera se ha explicado por qué su maestra no se interesó por saber dónde estaba y entregó su mochila a un familiar.
Claro, después de la tragedia, los padres de los niños de la Unidad Educativa Minero San Juan, en el extremo sur de la ciudad, reaccionaron con reclamos contra las autoridades por no garantizar una educación de calidad, escuelas dignas y bien construidas.
Todos sabían que el muerto fue Hernán, pero bien pudo ser cualquiera de sus hijos. La tragedia hizo que más de uno se canse del olvido, de la negligencia, de la indiferencia, y se pregunte: ¿Hasta cuándo sus hijos iban a seguir pasando clases en el gallinero? Así se las llama a esas aulas construidas con calaminas, sin muros, sin ventanas ni puertas.
La reacción de los padres derivó en un bloqueo que forzó una negociación para hacer una nueva escuela. La promesa municipal de ampliar el colegio el próximo año apaciguó a los manifestantes. Sin embargo, nadie pidió investigar la muerte ni cuestionó que los pocos recursos que recibió el barrio se hayan ido a canchas deportivas, mejor si son de césped sintético, antes que a construir escuelas.
Editora de la sección Metropolitana de Los Tiempos
Columnas de KATIUSKA VÁSQUEZ