Los incendios forestales
Entre las pocos motivos de satisfacción que los cochabambinos hemos tenido últimamente, merece destacarse lo relativamente pocas que han sido hasta ahora las noticias que dan cuenta de incendios forestales. A estas alturas del año, todos los años pasados ya el tema era causante de mucha preocupación.
Es verdad que todavía es pronto par dar por superado el problema, pero también es cierto que hay motivos para prever que en lo que queda del año no será muy grande el riesgo de que se repitan los fuegos descontrolados. La intensa y duradera que fue la última temporada de lluvia tiene mucho que ver con tan tranquilizador panorama, más que algún avance en las políticas preventivas de las instituciones obligadas a hacer algo al respecto.
Muy diferente es el caso de Santa Cruz, donde han comenzado a reportarse los primeros casos de masivos incendios forestales. A lo que se suma otro fenómeno que ya incorporado al calendario anual de desastres. Es el caso de los vientos huracanados que con ráfagas de hasta 100 km/h causan estragos en y las llanuras orientales.
Entre ambos fenómenos hay algunos elementos en común, además de su poder destructor. Es que su origen radica en el ritmo vertiginoso al que anualmente avanza la deforestación para abrir paso a la ampliación de la frontera agrícola y el área urbana de la capital y provincias cruceñas.
Es esa disminución de las áreas boscosas la que priva a las llanuras orientales de uno de los principales factores reguladores del clima, pues entre las muchas funciones que cumplien los árboles está la de reducir la velocidad de los vientos.
La directa relación entre deforestación, incendios y vientos huracanados es motivo de preocupaciòn entre expertos en materia meteorológica porque, como los hechos lo confirman, hay motivos para temer que esos desastres ya no pueden ser considerados como algo excepcional sino que pasarán a ser parte de una nueva “normalidad”.
Vale la pena insistir en la necesidad de reflexionar sobre lo que eso significa porque según quienes más seriamente han estudiado los efectos que sobre nuestro país tendrá la “venganza de la naturaleza”, estas calamidades son sólo los prolegómenos de males aún mayores cuya creciente ferocidad será inevitable si no revisamos nuestra actitud ante la economía y la ecología.