“Confrontacionales” contra “complementarios”
Desde hace algún tiempo, con una frecuencia e intensidad creciente, desde las filas gubernamentales provienen señales de confusión y discrepancias internas. Las fisuras que se abren entre diferentes corrientes se hacen cada vez más visibles. Y, como lógica consecuencia, se van ampliando las distancias que separan a los “pachamamistas” de los “extractivistas”, a los “leales “de los “traidores”, a los “consecuentes” de los “disidentes”, a los “confrontacionales” de los “complementarios”, y así sucesivamente.
La más reciente muestra de ello nos la ha dado el, hasta anteayer, Canciller Fernando Huanacuni, quien fue muy elocuente al exponer los motivos de su decisión de renunciar al alto cargo que desempeñaba. “Yo soy un fiel servidor del proceso de cambio, indígena aymara, no soy marxista ni comunista, pero sí respondo a mi principio de indígena y eso me permite también tener principios del vivir bien. Respeto mucho el comunismo marxismo, pero diferimos mucho en metodología de lucha; el vivir bien es un proceso de complementación”, dijo tras entregar el despacho a su sucesor.
Más adelante, y por si hubiera quedado lugar a dudas, dio un ejemplo de lo que eso significa. “Lo marxista, trotskista es confrontacional; en cambio lo complementario no, porque hay que ver desde lo humano. Yo soy amigo del gobernador Rubén Costas, de Luis Revilla, somos amigos de todos, no partimos de un principio confrontacional, entonces diferimos en eso y en ese principio aymara siempre nos movemos nosotros sobre todo”.
No es nuevo ese conflicto de visiones en las filas oficialistas. Basta recordar que hace poco otro de los hombres de primera línea, José Alberto Gonzáles, eligió un camino similar al que tomó Huanacuni. Y aunque no fue tan explícito a la hora de explicar sus motivos, dejó entrever razones similares.
Y eso es lo que se ve, porque se trata de personajes cuyas dudas no pueden pasar desapercibidas por lo expuestos que están ellos a la mirada pública. Es bien sabido, sin embargo, que muchas personas están ante la disyuntiva entre ser leales a sus propias conciencias o cruzar la línea que separa la lealtad del servilismo.
Ese es el caso de quienes integran el Tribunal Supremo Electoral que no pueden eludir su obligación de optar por uno de dos caminos. Decisión difícil de por sí, pero mucho más si se consideran sus consecuencias a la luz de experiencias como la de Venezuela y Nicaragua.