Entre el estatismo y el librecambio
Está en el “justo medio”, como decía el poeta latino Horacio refiriéndose a los cotidianos de la vida. Se llama Economía Social de Mercado (ESM) y es la llave que abrió las puertas a los alemanes a la reconstrucción de su país, un modelo económico que se podría ponderar como perfecto.
Si trajo tan buenos resultados a la Alemania de posguerra, ¿por qué entonces nos obstinamos tanto en rechazarla? Sencillamente, porque somos políticos y, por tanto, ciegamente empecinados. El político, si es caudillo iletrado, es una suerte de badajo de campana: le excitan sobremanera los extremos.
La ESM promueve la libertad tanto política cuanto económica y vela por la prosperidad de los desposeídos. Sólo un modelo como ése pudo haber sacado adelante a una Alemania destruida por las bombas de la RAF. El punto crucial está en dejar actuar al mercado para distribuir de manera apropiada los excedentes, porque si bien es cierto que el comunismo es una forma de volverse pobres, no es menos cierto que una política de librecambio ensancha la brecha entre ricos y pobres.
Hay algo muy cierto, y es que en cualquier sociedad se crean desigualdades pecuniarias. En este sentido, lo más fácil y lo más práctico para un Gobierno es hacer que los pobres no sean tan pobres y no que los ricos no sean tan ricos. Entonces el capital debe ser mantenido en un nivel alto, halando a los pobres hacia arriba, porque más difícil sería despojar a los acaudalados para halarlos a éstos hacia abajo. La ESM es una respuesta para esa Latinoamérica que se presentará dibujada en unos cuantos años con los más sombríos colores y tan extraviada pero encantadora como lo es hoy.
Licenciado en Ciencias Políticas
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA