La investigación y la Universidad
Recientemente, en el marco del Primer Congreso de Investigadores en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) se aprobó un Reglamento de la Carrera del Investigador que pronto será sometido al Consejo Universitario. Ello, en un contexto marcado por el inicio de una discusión acerca de la importancia de la investigación científica para el desarrollo de una sociedad. Debate impulsado en la región por dos motivos: (1) La propuesta desde la gobernación de la constitución de una “ciudadela del conocimiento”, y, (2) A raíz del informe, recientemente publicado de la Encuesta Mundial de Valores (Moreno coord. 2018), en el que Bolivia aparece como el país que menos valora la ciencia y tecnología en el mundo. Dato preocupante que tal vez permite explicar no sólo la poca competitividad e innovación científica nacional –exceptuando casos que sin duda hay que destacar– sino los comportamientos que caracterizan a muchos de los ciudadanos: Una sociedad que no valora el conocimiento científico es una que puede fácilmente caer en un habitus marcado por falta de cuestionamiento, creencia en Mesías (representantes de dioses en la tierra), reproducción mecánica y subordinación vertical a decisiones ajenas.
No es casual que Bolivia sea uno de los pocos países que no cuenta con una instancia nacional autónoma que cumpla con los desafíos que implica impulsar a la investigación científica. Si bien existe una Ley de Ciencias, Tecnología e Investigación (del 2001), la misma no ha sido implementada y desde enero de este año se está discutiendo una nueva propuesta en la que no queda claro –ni se ha discutido- el rol de las universidades. Ello puede explicarse, por un lado, por la creciente corriente de desprestigio frente a la formación académica y al intelectualismo asociados a una supuesta exclusión y discriminación del sector popular (Argullol 2014). Por otro, porque dentro de la misma universidad se ha priorizado a la formación de profesionales a nivel de pre-grado como su principal función, viendo en muchos casos a la investigación como simple gasto.
Sin embargo, queda cada vez más claro que la Universidad es una entidad académica y que por lo tanto su objeto principal es el apostar a la investigación crítica, cuestionadora, reflexiva y propositiva, como base, también, de la formación. En este sentido, este primer congreso da cuenta de un viraje en la vida universitaria: al proponer una carrera del investigador (que permita la evaluación e incentivo de los docentes investigadores), que debe ser acompañado por una reglamentación de la investigación acorde a los nuevos desafíos (tarea que ahora nos toca emprender), se está empezando a valorar la producción de conocimiento no sólo como fuente principal de cualquier proceso de formación sino como el principal motor de cambio para una sociedad más emprendedora, innovadora y autónoma. Solo queda por esperar que en instancias de cogobierno se asuma de manera conjunta este desafío en que llevamos como país varias décadas de retraso.
La autora es responsable del Área de Desarrollo del CESU-UMSS
Columnas de ALEJANDRA RAMÍREZ S.