La lectura inicial
Me he referido en mi anterior columna –hasta con vehemencia– a la importancia de asegurar procesos de formación de los docentes en la enseñanza de la lectura, aprovechando los resultados de pruebas especializadas existentes y renovando estrategias metodológicas mediante procesos horizontales de capacitación y procesos de acompañamiento en el lugar de trabajo. Es decir, de docentes con buenos resultados a docentes con resultados no tan buenos. Sin embargo, quisiera dejar en claro que el desarrollo profesional o formación en servicio –cualquiera sea la estrategia que se aplique– no sustituye nunca una buena formación inicial de carácter científico. Más bien, la supone. Un maestro, una maestra, no podrán corregir sus prácticas inefectivas mientras no comprendan por qué razón lo son. Y por qué, prácticas didácticas de otros educadores producen los resultados de aprendizaje esperados.
Dicho lo cual, encuentro que coincido con el Director General de Formación de Maestros del Ministerio de Educación del Estado Plurinacional de Bolivia, como deduzco de las expresiones en su columna del miércoles anterior, en relación con el tema capacitación docente preferente mediante cursos o mediante acompañamiento en aula. Lo que opaca el diálogo son las comillas con las que el amigo Fernando Carrión quiere subrayar, en su columna, algún tipo de conspiranoica coincidencia entre los varios que, en días pasados, hemos levantado algunos puntos de preocupación sobre la forma como se ha estado dando la transferencia a los docentes del modelo educativo de la Ley Avelino Siñani-Elizardo Pérez.
Una de las colegas maestras, María Luz Mardesich, simultáneamente con el texto del Director, mencionó situaciones muy específicas. ¡Cuánto más democrático y académico sería decir: sí señores, ya nos dimos cuenta de los problemas que esa forma de capacitación nos trajo y la hemos corregido de esta y de esta otra manera! Punto. ¡Ah! Y que eso se cambió, lo podemos demostrar con los resultados de la evaluación que hemos encargado a especialistas independientes. Punto. Ver amenazas e intencionalidades ocultas para desmerecer el esfuerzo gubernamental en este campo muestra no sólo hipersensibilidad, sino una actitud prevalentemente defensiva, propia de quienes se sienten infalibles poseedores de alguna verdad. Espero no sea el caso del director general, Carrión.
Vuelvo a la intención de esta columna, que es subrayar la trascendencia de la formación y capacitación docente para enseñar a leer y escribir. No se trata de capacitar multiplicando recetas metodológicas para un asunto enormemente complejo como es el de aprender a leer y escribir. No es un proceso de desarrollo natural que, de todas formas, va a aparecer. No hay código genético que incluya instrucciones para leer, ni circuitos neuronales destinados para eso. Es un proceso que debe ser enseñado de un modo intencional y sistemático, transfiriendo la estructura del lenguaje oral y vinculándolo deliberadamente con el código visual de las letras. Eso es lo que propone hacer la educación formal. Pero, hacer eso de cualquier manera, no da lo mismo para la vida futura de la persona. La investigación internacional ha comprobado que la idea de éxito académico, entendida como graduación de la escuela secundaria, puede predecirse con bastante exactitud conociendo la destreza de lectura de un niño al finalizar su tercer grado. Y buena parte del fracaso en los estudios universitarios tiene su explicación en deficiencias de lectura. No son frases hechas. Son conclusiones de investigaciones realizadas.
Eso se explica porque los niños que desde temprano aprendieron a leer bien, desarrollan una variedad de habilidades intelectuales y progresan en la escuela. En cambio, los niños que aprendieron a leer mal se van atrasando cada vez más en relación con sus compañeros que leen mejor. Ese retraso se refleja no únicamente en un menor desarrollo de la competencia lectora en sí misma, sino también en dificultades para aprender otras materias escolares. En educación pasa algo similar a lo que en la vida social y económica de ciertos modelos de desarrollo: “los ricos se hacen más ricos mientras los pobres se hacen más pobres”. Stanovich, de la universidad de Oakland, denominó a ese fenómeno aplicado a la lectura, el efecto Mateo, para explicar la acumulación de estos procesos de retroalimentación mutua y crecimiento exponencial de las diferencias entre los que aprendieron a leer bien y los que no lo lograron.
Entonces, si las decisiones de política educativa quieren basarse en evidencia científica, una de las tareas críticas de la educación no puede ser encomendada a maestros principiantes. Ha habido una rara percepción de que la experiencia docente se va ganando en los primeros grados de la escuela. Por ello, a los recién egresados les encargan enseñar en el primer grado. Es decir, a los más inexpertos se les confía una tarea de la que depende el éxito en la vida educativa futura. Los docentes de primer grado (y de todo el primer ciclo de la educación básica) debieran ser los más experimentados, los que tienen posgrados y diplomados. Y es a ellos a los que se debiera recompensar, incluso con bonificaciones económicas, por dedicarse a tan relevante tarea, cuando la realizan mostrando resultados. Y, por supuesto, tendrían que ser sometidos a evaluación permanente, como la que debe pasar un buen cirujano cuando debe ponerse en sus manos la vida de una persona.
Ciencia pedagógica, pues, para los primeros grados de la escuela. De la mejor. La Didáctica de la Lengua es hoy una ciencia que se nutre de las más recientes disciplinas neurocientíficas, lingüísticas y psicopedagógicas. Varios autores opinan que la enseñanza de la lectura no es un asunto básicamente metodológico, sino científico. Es decir, no importa qué método específico emplee el maestro, siempre que tenga claros en su mente los principios en los que se apoyan las recomendaciones metodológicas.
He visto con agrado que el Ministerio de Educación apela a la experiencia de los maestros de la Educación Primaria Comunitaria Vocacional, seleccionando progresivamente las prácticas que mejor expresen lo que hoy recomiendan los especialistas, que es convertir la lengua en una herramienta para comunicarse efectivamente en cualquier contexto. Las experiencias finales presentadas en el “IV Encuentro Plurinacional de Estrategias Metodológicas Innovadoras de Lectura y Escritura” muestran concreciones prácticas de ese enfoque. Plausible esfuerzo.
Cuánto podría ayudar a valorar las capacidades de los maestros del primer grado si es que se les pidiera, de manera formal y estructurada, que explicaran los principios en los que se apoyan las prácticas finalistas seleccionadas. Seis mil experiencias se quedaron en el camino por no reunir todas las condiciones exigibles para llegar a la gran final. Les ayudaría mucho a los docentes que las presentaron, a revisar por qué sus prácticas no calificaron. Otra manera para que apelar a la práctica, sea algo realizado de manera reflexiva y formativa.
El autor es Doctor en Ciencias de la Educación
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