Santa Cruz frente a los dilemas del desarrollo
Un día como hoy, hace 208 años, el 24 de septiembre de 1810, los pocos habitantes que por entonces tenía la ciudad de Santa Cruz se reunieron en un Cabildo Abierto para decidir en un debate franco y abierto el lugar que ocuparían en el complejo escenario político abierto poco antes en Chuquisaca, y ampliado en La Paz, Buenos Aires, Cochabamba y otras ciudades sudamericanas. Entre las diversas opciones posibles, eligieron la que 10 días antes, el 14 de septiembre, señaló Cochabamba. Santa Cruz se sumó al proceso revolucionario y al hacerlo plantó un pilar fundamental de lo que luego sería la República de Bolivia.
208 años han transcurrido desde entonces y es tanto lo que ha cambiado Santa Cruz –la ciudad y el departamento— que en medio del despliegue de modernidad actual resulta muy difícil hallar las huellas del pasado. Sin embargo, hay también rasgos que poco o nada han cambiado con el transcurso de los años.
Uno de ellos es el que se refiere a la facilidad con que siempre Santa Cruz acogió a gentes de los más diversos orígenes. Y como contrapartida, la facilidad con que quienes eligieron sus llanuras para establecerse asumieron la identidad y el compromiso con esa región. La Santa Cruz de hoy, cuyo impulso económico ya no se transmite sólo al resto de Bolivia sino que ha trascendido nuestras fronteras, como se puede ver en la Expocruz, es la más elocuente prueba de ello.
Ese resultado no es casual. Es directa consecuencia de la manera como en Santa Cruz se encuentra, complementa y reproduce la vocación emprendedora de personas que pasando por encima de sus diferencias se unen en la búsqueda de la prosperidad individual y colectiva.
La manera relativamente fácil como Santa Cruz ha recorrido durante los últimos tiempos desde los bordes de una guerra civil hasta las más armoniosas relaciones entre los que hasta hace poco parecían adversarios irreconciliables es una muestra de lo dicho.
En medio de tan alentador panorama hay, sin embargo, una serie de peligros que se ciernen como una amenaza sobre la prosperidad que se busca. Es que el desarrollo económico cruceño, con todos sus efectos multiplicadores, se asienta sobre bases tan débiles como el extractivismo, la depredación medioambiental y el caótico crecimiento demográfico, tres males que se ciernen como resultado de un éxito económico que, paradójicamente, puede llegar a ser excesivo y se convierte en los principales desafíos que se debe recoger.