¡Y dale con las asignaturas!
¿Y si no evaluamos el aprendizaje propuesto en una asignatura, qué aprendizaje evaluamos?, me preguntó una colega. Una unidad más significativa y menos fragmentada, le respondí.
Debemos entender que el proceso formativo es la madre, por tanto, la evaluación de los aprendizajes la hija y el sistema de calificación la nieta; es decir, que la evaluación se define a partir del modelo educativo planteado. Esto funciona así: si tienes un modelo diseñado con base en un currículo fragmentado, tendrás un sistema de evaluación que evalúe y califique esas partes.
El currículo responde a una cruel lógica de partes: Todo el proyecto educativo está diseñado, desarrollado y evaluado así: Dividido en ciclos, cada ciclo en asignaturas, cada asignatura en bloques, cada bloque en unidades, cada unidad en teoría y en práctica…y así, la división sigue y no siempre suma y cuando el estudiante recibe su título profesional, contraluz lee en letra menuda “ahora tu tarea es juntar esas partes y darte cuenta para qué eres bueno”.
El profesional es un manojo inseguro de partes sueltas fruto de un currículo fragmentado, de esa lógica de curso/asignatura tan típica de nuestro sistema educativo donde cada profesor hace lo suyo como sabe, cree y quiere, y donde lo menos que le importa es valorarse como parte de un proyecto educativo.
Por esta lógica de partes es que seguimos evaluando asignaturas, peor, las partes de éstas. El error no es esta terrible fragmentación, sino, lo absurdo que esto representa cuando no se tiene la capacidad de conectarlas con un propósito formativo: el perfil profesional.
Cuando ni el currículo ha sido diseñado para encontrarse entre sus partes, cuando los profesores ni se conocen entre sí, cuando la evaluación inicia y acaba cinco veces cada semestre, cuando se desconoce el propósito de cada línea curricular, cuando no se tiene idea cómo articular horizontal ni verticalmente una malla curricular, cuando el caos es ese proyecto hecho pedazos evaluado en el triple de sus partes.
Será necesario reflexionar los efectos indeseados de la patética estructuración del currículo, ese afán de organizarlo/dividirlo en pedazos como si la realidad fuera así.
Será necesario abordar el currículo desde la transdisciplinariedad, desde su propósito, su esencialidad, ese todo que debería funcionar articulado, progresivo pero recursivo, complejo y generalmente caótico.
Hay mucho por replantearse en cuestión de diseño curricular, mientras tanto dejemos de evaluar asignaturas. Propongo el enfoque carrera, o al menos -para comenzar- la evaluación de ciclos.
La autora es comunicadora social y educadora
molmitos2014@gmail.com
elblogdelamolmitos.wordpress.com
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