Liderazgo cochabambino
En el forzado adelantamiento de la campaña electoral de 2019 hecho por el MAS, la atención ha sido puesta en qué se hará en el plano nacional para contrarrestar la anticonstitucional decisión del partido de gobierno de volver a postular a los primeros mandatarios.
Obviamente, una decisión de esta dimensión exige de quienes creemos en el sistema democrático extremar esfuerzos para impedirla, pues no sólo que violenta la Constitución Política del Estado (CPE), sino que, como se ha visto en estos últimos años, la administración del Estado ha salido de control, priman la ineficiencia y la corrupción, caldo propicio para abrir espacio a una situación de caos. Además, la otra prioridad nacional, como es atender la estrategia marítima, exige que se cumpla la Constitución y contemos con autoridades legítimas como válidas interlocutoras en el plano internacional.
Adicionalmente, desde la región también es preciso reflexionar sobre la ausencia de un liderazgo político departamental. En el caso del MAS, al haber puesto a ese partido al servicio del culto a la personalidad, no hay dirigente, hombre o mujer, que asuma alguna de las demandas regionales, pues todos están inmersos en una permanente campaña a favor del Presidente del Estado. Basta ver la forma en que se administra los espacios de poder que ha copado este partido para constatar, con alarma, una generalizada ineficiencia, que trata de ser disfrazada de prepotencia retórica o, sin pudor alguno, aprovechar el río revuelto con fines poco claros (se llega a extremos en espacios como Misicuni o la planta de urea en el Chapare).
La experiencia que han vivido algunos líderes que fueron emergiendo en estos 12 años no es motivadora, pues al hacerlo han sido rápidamente maltratados porque, hay que insistir, si quieren sobrevivir en el poder deben ser sumisos al “jefe”.
Por el lado de la oposición tampoco se encuentran referentes políticos. Esta situación se ha agravado, por un lado, por una mayoría parlamentaria adicta al rodillo autoritario, así como por una representación legislativa de oposición dispersa, enfrascada en pugnas internas y, con algunas excepciones, sin un horizonte político que les permita aprovechar ese espacio de debate. Por otro lado, el fracaso de la administración del gobierno municipal por parte de Demócratas, encabezados por José María Leyes. No hay que olvidar que este candidato obtuvo más del 50 por ciento de los votos en la elección regional, adhesión que ha sido desaprovechada por caer en las “vías rápidas” del enriquecimiento ilícito, sin desconocer, porque sería un error, la coincidencia de intereses entre el MAS y lo que queda del “manfredismo” para desbaratarlo.
Desde otro enfoque, como ha sucedido en muchas oportunidades, una de las consecuencias de esta falta de liderazgo político es que aparecen las dirigencias corporativas, estrechamente ligadas a los denominados “outsiders” que, cual “sunchuluminarias”, rápidamente decepcionan a la gente porque se centran en la defensa de los intereses de las parcialidades.
En estas condiciones, una urgente tarea de los partidos políticos y de las agrupaciones ciudadanas es promocionar liderazgos sólidos en la región que puedan representar adecuadamente los diversos intereses. Esto significa ciudadanos, hombres y mujeres, que, primero, sepan articular propuestas integrales y viables, difundirlas y seducir a la gente, y, luego, si se logra su respaldo, tener capacidad de administrar los espacios de poder que ocupen en forma democrática y transparente. Y esto vale, sin duda, para todo el espectro político.
No es poca, pues, la responsabilidad de los partidos políticos y agrupaciones en relación al departamento, al mismo tiempo que es corto el lapso para construir propuestas y liderazgos que puedan convocar a la ciudadanía.
El autor fue director de Los Tiempos
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA