¿Es el mar nuestro único horizonte?
A la larga lista de frustraciones y lamentaciones bolivianas, se ha sumado el fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya y lo ha hecho sobre el tema que más cohesiona a los bolivianos, nuestra reivindicación marítima. A lo largo de la historia, Bolivia ha buscado caminos de retorno soberano a las costas marítimas y la demanda en La Haya fue la más aguerrida estrategia jurídico-internacional que se haya tomado hasta el momento.
Para no proyectar en vano, las palabras más serias corresponden al agente Eduardo Rodríguez Veltzé, quien manifestó que es tiempo de una lectura minuciosa del legajo jurídico en la emisión del fallo y que esto permitiría, luego de un tiempo de análisis y reflexión, despejar las posibles alternativas o caminos que se deben tomar a futuro. Otros, en cambio, se han centrado en un punto del fallo que manifiesta la invocación a continuar con el diálogo entre Chile y Bolivia, leyendo, en este párrafo, que se legitima y legaliza el tema de negociación pendiente.
Otros ciudadanos han manifestado, por medio de las redes sociales, la necesidad de mirar más allá de la demanda, aprovechando el momento para proclamar el respeto a la democracia y los resultados del 21F y resaltar el hecho de la derrota del Gobierno, cuando esta es una delicada situación de Estado.
La demanda marítima es parte del imaginario colectivo debido a una serie de mecanismos ideológicos que han convencido a los bolivianos de su legítimo derecho y anhelo nacional. El sistema educativo nunca abandonó la versión clásica de civismo, los medios de comunicación y las instituciones siempre la reforzaron.
Es preocupante que un solo tema nos una como nación y que este asunto se haya transformado peligrosamente en un chovinismo –exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero–. Esto significaría que la fuente más fuerte de construcción de identidad nacional se halla fuera de Bolivia, en el mar, y en su relación antagónica con Chile. Nos definimos como una sociedad que constituye una nación a través de una falta, ausencia o carencia.
¿Podemos tener otros caminos de construcción de identidad nacional? Me ilusiona pensar en que las clases de civismo se preocupen más en formar ciudadanos comprometidos con el desarrollo construido colectiva y corresponsablemente; sueño con que defendamos con la misma fuerza la Amazonía frente a sus predadores al igual que lo hacemos con la recuperación de la costa; anhelo que tengamos la misma indignación frente a situaciones de racismos y múltiples discriminaciones; tengo la esperanza de que algún día tengamos una similar sed de justicia y cambio frente a la cultura de corrupción; puedo seguir fantaseando, pero ya hay una lista mínima. Esto no significa abandonar nuestros anhelos históricos, pero no dejemos de construir el presente y asumamos los desafíos actuales para mejores condiciones de vida para todos nuestros compatriotas. Quizás el bienestar, bien vivir, sumaj qamaña, ñande reko y otros nos puedan cohesionar más.
El autor es filósofo