Juegan con nuestros sentimientos
Ha transcurrido un corto tiempo luego del dictamen emitido por la corte de La Haya. He leído bastantes opiniones al respecto y coincido con una de ellas que decía que nosotros le pusimos mucho sentimiento al tema marítimo y poco de racionalidad. Al margen de si fue o no acertaba nuestra defensa, noto que la cuestión marítima es un tema que vulnera y nos hace vulnerables.
Habitualmente ponemos nuestros sentimientos por delante de la razón y en este caso en particular se nota que antepusimos el corazón al cerebro, usando banderas kilométricas, argumentos emotivos y otros similares, para tratar de convencer a los muy racionales y conservadores jueces respecto de la demanda marítima.
De la misma manera, al más mediterráneo de los departamentos de Bolivia, es decir a Cochabamba, también le hacen una mala pasada, una jugarreta.
Todos los políticos de turno municipales, nacionales y departamentales juegan con los sentimientos cochabambinos, y esa jugada, esa bribonada, sucede con Misicuni.
Ayer salió la noticia que, entre la gobernación y varios municipios, están planeando ver qué pueden hacer con toda el agua que se descarga al contaminado río Rocha, y no llega a los hogares de los cochabambinos. Los regantes sólo recuperan 300 de los 1.600 litros por segundo que el Complejo Múltiple Misicuni desfoga. El resto se tira.
¿Cómo es posible que se derroche el agua y se cometa este crimen contra una sociedad sedienta?
Hemos tenido varios años para planear la estrategia de defensa marítima ¿Y que nos ha pasado? Hemos perdido. Lo mismo sucede con Misicuni.
Décadas enteras se ha ido planeando este proyecto y cuando creíamos que había concluido, nos topamos con la dura realidad: el agua no llega a los domicilios.
Somos impotentes espectadores de un tema que aqueja no sólo a la ciudad, sino al departamento.
Nos mareamos con planes y proyectos. Pagamos fortunas por anteproyectos mal ejecutados, hasta pasamos dinero por debajo de la mesa, los políticos prometen y siembran esperanzas entre los votantes, y en conclusión el resultado es el mismo. No llega el agua.
¿Será que nuevamente vamos a dejar que transcurra otro medio siglo entre proyecciones, dinero que nos prestan, para que nos tomen el pelo, jueguen con nuestros sentimientos, y veamos como el agua se escurre entre los gigantescos dedos que son el río Rocha y sus afluentes?
¿O dejaremos de lado al corazón y con la cabeza fría decidiremos un mejor destino para Cochabamba?
La autora es máster en comunicación social y periodista.
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