¿Fascismo en América?
Últimamente la opinión pública proveniente de personas profanas en estudios sociales o políticos ha ido adjetivando como fascista a toda tentativa gubernamental o individual de frenar los impulsos del vanguardismo social.
Lo que yo observo es que la sociedad ha llegado a un grado tal de posmodernismo que ha socavado ciertos elementos esenciales de la ética sin los cuales la vida de los seres humanos no podría seguir su marcha.
Ya era un imperativo del espíritu de la historia, si hablamos con Hegel, que se impusiera una antítesis a la vanguardia. Es por eso que, si bien en asuntos de economía la ideología debe estar desterrada de la mente de los políticos, en el asunto social aquélla debe entrar nuevamente en juego en este siglo XXI.
En este sentido, lo que representan Trump y Bolsonaro no es, como algunos pretenden, un crimen contra el progresismo; es más bien un freno al intento de hacer creer que todo lo que estamos viviendo como sociedad moderna es una contravención. Por otra parte, es pertinente saber que Trump y Bolsonaro no son los conservadores: los conservadores son todos esos millones de personas que votaron por ellos. Y analizadas las cosas desde este punto de vista, las personas de estos tiempos modernos no son tan progresistas como lo habíamos estado creyendo.
En conclusión, América no vivirá un fascismo opresor de judíos, gitanos y homosexuales, sino un leve giro hacia el conservadurismo, que es algo muy diferente.
Quizá era necesario después de tantas décadas de desorden que interpela y cuestiona con invectivas que pretenden ser propuestas, pero que no tienen posibilidades de realización. Además, dígase de paso que el conservadurismo es en muchos aspectos bueno, o no tan malo, si se quiere. Los británicos nos lo han demostrado con toda certeza.
Licenciado en Ciencias Políticas
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA