Intolerancia y polarización
Con excesiva anticipación, en Bolivia se ha inaugurado la temporada electoral, lo que significa que nos espera algo más de un año durante el que la actividad política y su peor faceta, la proselitista, ocupará un lugar central en la agenda pública nacional.
Que así en sí mismo algo deplorable de por sí, pero lo es más aún si se consideran sus primeras manifestaciones. Nos referimos a brotes de intolerancia y agresividad que ponen en evidencia lo bajo que todavía es el nivel de cultura política en algunos sectores de la población.
Entre los síntomas de incultura democrática vistos recientemente hay dos que merecen ser destacados. Y no sólo porque tuvieron lugar en Cochabamba sino porque ambos, cada cual a su manera, refleja fielmente los rasgos principales de las dos corrientes de acción política que tienden hacia una polarización con todos los elementos negativos que eso conlleva.
El primer caso al que nos referimos tuvo lugar en el comedor de uno de los más prestigiosos y elegantes hoteles de nuestra ciudad –lo que no es un detalle menor– cuando el periodista Jimmy Iturri, director de la cadena televisiva ATB y columnista de este matutino, fue agredido verbalmente por un individuo desaforado. Felizmente el desmán no pasó a mayores porque Iturri tuvo la sensatez de mantener la compostura y no rebajarse al nivel de su agresor.
Casi simultáneamente, en el trópico cochabambino, un grupo de militantes del MAS agredió a simpatizantes de la candidatura de Carlos D. Mesa.
Además de las anteriores, ha habido otras muestras de la peligrosa escalada de intolerancia que se vislumbra. Es el caso de las actitudes belicosas entre algunos grupos quienes el pasado miércoles salieron a las calles a defender su causa, contra sus eventuales adversarios. La agresión sufrida por hermana del Vicepresidente fue la más conocida, pero no la única.
Felizmente, por lo menos por ahora, se trata de expresiones de intolerancia y agresividad aisladas y relativamente inocuas. Pero es evidente que si no son erradicadas a tiempo y combatidas con todo rigor, podrán multiplicarse a medida que se intensifiquen las pugnas políticas.
Evitar que eso ocurra es tarea de todos. Pero muy principalmente de quienes tanto en las filas oficialistas como en las opositoras mantienen, a pesar y por encima de eventuales discrepancias, el respeto a los principios y valores fundamentales de la convivencia democrática. Es urgente, por ello, que Evo Morales asuma la responsabilidad que le corresponde en su doble condición de Presidente de la República y de las federaciones de productores de coca. Y lo haga de manera tan clara que no deje lugar a dudas.