Bolivia y los alimentos
Hoy, 16 de octubre, es el día elegido por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para que los organismos internacionales, los gobiernos del mundo, las empresas, instituciones y las personas pongan especial atención en la manera como se está afrontando la lucha planetaria contra el hambre, la desnutrición y la pobreza y los éxitos y fracasos que se están alcanzando en ello.
Como parte de ese esfuerzo, con alguna anticipación, la FAO publicó hace pocos días su informe anual titulado "La seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo". Documento que coincide con otros similares, al señalar que Bolivia sigue siendo uno de los países con su población peor alimentada.
Como lo indican las frías cifras, la de la seguridad alimentaria es una de las tareas pendientes que tiene que afrontar nuestro país. Tarea llena de dificultades porque todavía no hemos logrado establecer los lineamientos básicos de una política de Estado que no se limite a paliar las urgencias inmediatas sino que tenga como principal objetivo trazar el rumbo a seguir durante los próximos años y décadas.
Esas discrepancias no se han atenuado durante los últimos años. Por el contrario, se han agudizado las divergencias entre dos visiones diametralmente opuestas sobre el mismo asunto. Es que, si bien todos coinciden en la necesidad y conveniencia de mejorar nuestra producción alimentaria, no ocurre lo mismo cuando se debate sobre la mejor manera de hacerlo, el destino de esa producción, los medios a los que se deberá recurrir para lograrlo, y la forma de administrar los frutos de las cosechas.
La línea divisoria de la disyuntiva es el destino hacia el que apuntará la política alimentaria que se adopte. Una posibilidad es dirigir los esfuerzos hacia el mercado interno, destinando al mercado externo sólo los excedentes, que eventualmente puedan obtenerse. La otra, dar la prioridad a la demanda de los mercados del exterior y destinar sólo los remanentes al satisfacer la demanda interna.
A primera vista, podría parecer un dilema innecesario o de fácil solución. La realidad y la experiencia, sin embargo, indican que la armonización de visiones es mucho más difícil y resulta prácticamente inevitable.
En el caso de Bolivia, y muy a pesar de lo que dice la retórica oficial, los mandatos legales e incluso constitucionales, el énfasis ha sido puesto en la producción de alimentos para la exportación. Así lo confirman las cifras oficiales según las cuales, durante los últimos años se ha incrementado la importación de alimentos a un ritmo similar al que han crecido las exportaciones.