Reportaje sobre un foro geopolítico actual
¿Cuáles son los nexos entre la industria cultural norteamericana y sus sucesivas coaliciones gubernamentales a través de su historia? Los de las revistas de Broadway o los de las películas de Hollywood con la administración de Nixon o con la de Reagan, por ejemplo. Aunque carezco de una respuesta seria y precisa para esa pregunta desde mi propio acerbo intelectual, el asunto siempre me ha inquietado…
Mis inquietudes hallaron parcialmente una respuesta en el conversatorio sobre geopolítica mundial y de Estados Unidos, realizado el martes pasado en el Centro de Estudios Superiores (CESU) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), cuya exposición central estuvo a cargo del historiador cubano Hassan Pérez Casabona, de la Universidad de La Habana, quien extrañamente vestía una guayabera rosada, muy elegante por cierto.
Según Hassan Pérez Casabona, la clase política gobernante de los Estados Unidos, ya desde los tiempos de su independencia en el año de 1776 (y como herencia cultural de los tiempos del Mayflower, aquel barco que transportó a los primeros “peregrinos” de Inglaterra a Norteamérica en el año 1620); ha sentido un desprecio visceral hacia Hispanoamérica, sintiéndose al unísono predestinada, como nación de religión hegemónicamente protestante, a ser imitada por todas las otras naciones (sobre todo latinoamericanas) y a dominar el mundo.
En efecto, y como Raymond Craid escribió en su “Cartografía de México”: “Todos los Estados-nación tienen sus mitos fundacionales, narrativas sobredeterminadas y evolutivas sobre la historia del Estado-nación que confieren credibilidad a ciertos reclamos para gobernar”. En ese marco, el desembarco del Mayflower, la doctrina Monroe de 1823: “América para los americanos” (léase estadounidenses), y las posteriores invasiones a República Dominicana, México y Cuba, entre otros países durante la segunda parte del siglo XIX, constituirían hitos de “La Eneida” estadounidense, aunque ellos presenten al mundo aquellas invasiones con saqueos y/o conquistas territoriales de por medio, como acciones de solidaridad internacional.
Añadiendo luego Hassen Pérez Casabona: “tanto los integrantes de los gobiernos estadounidenses de turno, como los industriales más poderosos –incluyendo por supuesto al rubro del entretenimiento–, forman parte de una misma clase dominante”, o sea con una cultura y una visión sobre ellos mismos y su destino imperial en el mundo, bastante homogéneas como ya se ha señalado.
De esa manera, los gobiernos estadounidenses no requerirían intervenir abiertamente sobre los mensajes morales de su industria del entretenimiento, porque la coincidencia de los sentimientos de los guionistas más celebrados, tanto los de Broadway como los de Hollywood, con las necesidades ideológicas del sistema y los intereses económicos de sus patrocinadores, sería más o menos espontáneos. Por supuesto, la supremacía de los valores capitalistas, el dinero como medida del prestigio social por ejemplo, entre los ciudadanos estadounidenses, no habría sido posible sin las amplias libertades individuales que sus leyes garantizan, no sin altibajos a través de su historia.
El autor es economista.
llamadecristal@hotmail.com
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