Las lluvias que se nos vienen
Todos los años, con la misma claridad con que se anuncia la inminente llegada de la próxima temporada de lluvias, comienzan por estos días a oírse las primeras advertencias sobre la posibilidad de que lleguen los más diversos “desastres naturales”.
Inundaciones, riadas, avalanchas de lodo, derrumbes, accidentes, pérdida de sembradíos y ganado, además de la ya consabida contabilidad anual de vidas humanas perdidas son algunas de las calamidades que suelen llegar a Bolivia, todos los años, junto con las lluvias.
Este año, a pesar de lo oportunas y claras que han sido las primeras llamadas de atención, podemos temer que el panorama sea aún peor que el de los anteriores. Así lo sugieren, por ejemplo, los pronósticos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), según los que éste será un año más lluvioso que el anterior e incluso es muy alta la probabilidad de que se presente el fenómeno de El Niño.
Ante un pronóstico tan contundente, corroborado por otra parte por las primeras lluvias del año, lo lógico sería que todas las instancias estatales –central, departamentales y municipales– dediquen sus mejores esfuerzos a tomar los recaudos imprescindibles.
En el caso de Cochabamba, lo menos que cabría esperar, dado lo fresca que todavía está la traumática experiencia sufrida en Tiquipaya, es que los municipios más vulnerables concentren sus recursos y energías en la adopción de medidas preventivas. La limpieza de las torrenteras que bajan de la ladera sur del Parque Nacional Tunari, por ejemplo, tendría que ser un asunto de máxima prioridad.
Por lo que se sabe, nada de eso ocurriendo. En el caso de Tiquipaya, uno de los municipios más vulnerables, por ejemplo, se ha identificado la urgente necesidad de ejecutar tres proyectos en otras tantas torrenteras, además de terminar la limpieza del río Taquiña, si se quiere evitar o al menos disminuir el riesgo de que pronto se produzca un aluvión similar al de hace algunos meses.
Nada de eso se está haciendo por una simple razón. Es que ese municipio no ha incluido en su presupuesto anual el presupuesto suficiente para encarar esas obras. Y esa no es una excepción, pues lo mismo ocurre en todos los que están ante un peligro similar.
Una primera muestra de lo que eso puede significar se pudo ver la pasada semana, cuando unos pocos minutos de una lluvia no demasiado intensa fueron suficientes para que muchas calles y avenidas de la ciudad quedaran anegadas.
Es de esperar que el poco tiempo que queda antes de que la época de lluvias llegue a su máxima intensidad sea aprovechado para evitar posteriores lamentos.