Cuando el outsider manda
Le dicen el “Trump brasilero”, también otros analistas mediáticos dicen que todo él huele a fascismo y otros previsiblemente acongojados, porque para nadie es novedad que la ultraderecha comienza a coquetear en serio con las sillas del poder, un raro espécimen que proviene de la tierra de la saudade, un candidato que en estos meses tiene ya una inesperada popularidad y que ostenta una retórica furiosa de clara simpatía por el uso de armas y, además, se proclama opositor a discursos feministas y diversidades sexuales. Este es el ícono a la latinoamericana del desgaste, Jair Bolsonaro, el cucu en el ropero decide hacer una decidida irrupción pese a haber estado orbitando el mundo de la política brasilera sin mayor notoriedad.
Según afirma la BBC digital, las últimas encuestas proyectan que Jair Bolsonaro tendría cerca del 57% de los votos válidos y más de 10 puntos de ventaja sobre su rival Fernando Haddad, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
El candidato de extrema derecha se mantiene como favorito en la preferencia de la gente, pese a las continuas polémicas que ha protagonizado. Y parece inevitable, la seducción de los monstruos siempre acecha, aunque por el momento la retórica del candidato se reduce a enunciaciones que no son tangibles, pero si llegara a gobernar el vecino país, tendremos que santiguarnos y realmente comenzar a pensar en serio sobre las desilusiones políticas, viejas desilusiones que hacen que los antes =======outsiders======= sean los que ahora se conviertan en atractivos candidatos por su modo desenfadado, su radicalismo y por llevar, además, muy mal todo aquello de la otredad, el otro es aquel que amenaza.
Y es que este antihéroe toca temas fundamentales, temas que históricamente no tienen solución tan solo paliativos, y uno de esos tópicos es el de la seguridad. El candidato se proclama como la vía para rescatar al Brasil, como una especie de redentor pero al estilo “Terminator”, un sujeto que se define a sí mismo como diferente del resto, un candidato que se asume como un sujeto limpio en medio de una inmensidad de políticos corruptos y, aunque nadie lo crea, la gente le cree.
La preferencia de voto es una demostración del agotamiento de una retórica que tiene solo el poder de enunciar pero no concretizar vías de solución a los grandes temas de las grandes capitales latinoamericanas. Entonces, ¿será verdad eso de que lo que la gente busca es un candidato que encarne la respuesta más pragmática a los problemas del día a día, menos bla, bla y más acción concreta? Quizá la respuesta a los males sociales que crecen y no menguan, esté ahora en esta clase de outsider con todo el peligro que representa y que, por un tema de alteridad, hoy sea la posibilidad de que cada vez más y en más escenarios pueda reclamar su oportunidad histórica.
La autora es escritora
Columnas de CECILIA ROMERO