Violación permanente
Circula por los pasillos, desde hace mucho, un ridículo verso que dice: “Ante la violación inminente, lo mejor es relajarse y disfrutar”, que es la burda y cruda versión de los versos que dicen: “Al mal paso, darle prisa o hay que apurar el trago amargo”.
Para el buen entendedor, las explicaciones sobran. El problema radica en que si se hace caso a la versión rústica e ignorante, y encima de todo, se la acepta como algo normal, entonces se normaliza el maltrato.
Algo similar se vive en Bolivia desde que se ha anunciado abrir la Constitución Política del Estado para modificarla y hacer posible el Seguro Universal de Salud. El detalle no está en crear este seguro, que para muchos sectores sería algo muy bueno, sino en la falta de respeto a la ley de leyes.
Esa falta de respeto, con evidentes tintes electorales, al igual que la modificación del régimen simplificado, demuestra, una vez más la permanente predisposición a atropellar las normas o en otras palabras a violarlas.
Frente a la violación o a la catástrofe, el psicoanalista Gustavo Dessal explica que el hombre moderno ha perdido el sentido de la tragedia. Esto no significa, dice, que la existencia actual del ser hablante no esté atravesada por la tragedia, ni que la civilización haya alcanzado un estado de bienestar que supera al precedente, ni que el sufrimiento no siga siendo uno de los principales ingredientes de la condición humana. Significa, más bien, que de todo ello el hombre moderno comienza a perder el sentido, es decir, comienza a dejar de leer en el dolor los signos de la verdad.
Es el dolor lo que debe llamar la atención e impedir que quede en el anecdotario de frases estúpidas como la que en 2015, dijo Bolsonaro, el nuevo presidente Brasil: que la congresista María do Rosario "no merece ser violada: ella es muy fea".
Es doloroso ver cómo de manera permanente se vulneran derechos constitucionales y que hay abyectos planes para deshacerse de artículos incómodos de la CPE, sólo porque hoy no son convenientes, o como ha sucedido en el bosque seco de Roboré, permitir que talen 55 hectáreas, con el beneplácito y la firma de organismos públicos y como éste hay otros ejemplos más.
Y son todos estos “ejemplos”, que están acostumbrando a la sociedad a verlos como algo normal, a normalizar a la violación y a pensar que en un futuro cercano las cosas cambiarán y los malos de turno recibirán su castigo. El detalle no radica en el futuro castigo sino e impedir que se atropelle a las bases fundamentales que permiten una apropiada convivencia en este pedazo del mundo.
La autora es magíster en comunicación social y periodista.
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