Brasil, un fenómeno que nos afecta a todos
Tal como se veía venir, para espanto de unos y regocijo de otros, la segunda vuelta de las elecciones en Brasil han confirmado, anteayer, el triunfo de Jair Bolsonaro.
Ese resultado ya no causó sorpresa, pues ese efecto ya se produjo hace dos semanas, cuando la contundencia del apoyo que las urnas dieron a Bolsonaro superó todas las previsiones. Con esos antecedentes, lo ocurrido en Brasil ha pasado a ser muy rápidamente objeto de frías reflexiones, análisis y de las más diversas elucubraciones teóricas en busca de explicaciones. Y dada la enorme magnitud del fenómeno, se puede esperar que durante los próximos meses, y años incluso, abunden los intentos de comprender lo que ha ocurrido y las múltiples maneras en que influirá en el curso de los acontecimientos futuros.
Lo dicho anteriormente no vale sólo para Brasil. Basta ver lo abundantes que son los espacios dedicados a este tema en los principales diarios, revistas y publicaciones especializadas, en diferentes disciplinas económicas y sociales de todo el mundo, para constatar que la importancia, causas y efectos del fenómeno político brasileño –del que estamos siendo testigos– tiene una trascendencia que supera con mucho los límites de Brasil.
Latinoamérica es la región del mundo más directamente afectada por los previsibles efectos multiplicadores del cataclismo político brasileño. Y los países vecinos, Bolivia entre ellos, los que más directa e inmediatamente se verán arrastrados por la ola.
Los primeros efectos de lo que eso significa hemos podido verlos desde el momento mismo en que se hizo oficial el triunfo de Bolsonaro, con lo que se despejaron las últimas dudas sobre el inminente radical viraje que se vislumbra en el escenario económico, político, social y cultural.
Tan fuerte ha sido el impacto que la toma de posiciones en relación a Bolsonaro, sus ideas y propuestas, súbitamente, ha desplazado a un plano muy secundario a todos los demás temas hasta entonces predominantes en la agenda pública nacional. Los principales aspirantes a las candidaturas presidenciales, líderes políticos y de opinión pública se han visto obligados, y con razón, a hacer explícita su posición frente al radical giro hacia la ultraderecha que ha tomado Brasil.
Es natural y comprensible que así sea, pues son tan grandes, gruesos y sólidos los lazos de dependencia que nos unen a Brasil que no es posible ni deseable ignorar o soslayar lo que allá está ocurriendo.
Lo que está en juego es nada menos que los valores y principios que presidirán la condena o aprobación las conductas sociales e institucionales, durante los próximos años. Por eso, abrir el debate y tomar los recaudos para que en nuestro país no se repita una debacle tan grande como la brasileña, debe ser nuestra máxima prioridad.