Los examigotes y los nuevos vecinos de Evo
A primera lectura, no debería parecer raro el triunfo claro de Jair Bolsonaro en las elecciones celebradas el pasado domingo en Brasil. Salvando las diferencias de discursos y propuestas, ya ocurrió en Chile con Piñera, en Colombia con Duque, Benítez en Paraguay y Macri en Argentina. Estos personajes irrumpieron como consecuencia del voto castigo que ejecutó el pueblo encabronado en contra de sus exgobernantes: Bachelet, Juan Manuel Santos, Cartes y Cristina Fernandez, respectivamente.
Corrupción, inseguridad, gastos insulsos, mediocre crecimiento económico, desempleo, frustración y una fuerte carga de injusticia y desgaste institucional, fueron los motivos claros para que la apuesta por el cambio pudiera más que el miedo a gobiernos de derecha y, como es el caso de Bolsonaro, de ultraderecha, que hizo añicos al PT de Lula y los demás partidos tradicionales.
Es indiscutible que el tablero de la política sudamericana se ha reestructurado de una manera radical, el triunfo de Bolosonaro acentúa mucho más ese nuevo orden.
Brasil es un país que gravita como centro económico y político de la región, el cambio radical de coyuntura y la manera cómo el nuevo gobierno encare sus primeros meses, determinarán la cohesión o la dispersión de una sociedad brasileña que se jugó su futuro.
Más allá de su discurso racista, homofóbico y excluyente, que no es un asunto menor, está su impacto político, social y económico al exterior. Evo Morales y Maduro, prácticamente quedan solos y unidos por su común desgracia: corrupción y descalabro de la institucionalidad democrática.
Los nuevos vecinos de Morales tienen toda la pinta de ser un club casi privado que, para su ingreso, se debe reunir algo más que un par de condiciones insoslayables. El acercamiento entre Piñera y Bolsonaro en torno a un rediseño del corredor bioceánico, es solo una probadita del futuro que se atisba.
Otro NO se suma a los varios que ya ha recibido Morales en los últimos tiempos.
En Bolivia, la batalla final se la librará en 2019 cuando el NO del 21F se consolide y se rechace enfáticamente la reelección de Evo a la presidencia.
En el peor de los escenarios, Morales no renunciará a su “derecho humano” a inmortalizarse en el poder, entonces la ilegitimidad y la inconstitucionalidad de su corrupto y antidemocrático gobierno, pasará a ser un asunto de orden internacional.
Siempre he considerado que la historia, a corto o largo plazo, es una gran espada de Damocles que pende de un hilo delgado sobre el cogote de los tiranos, de los corruptos, de los que ostentan su gran poder y de los que lograron torcer los destinos de sus pueblos conduciéndolos hacia su calvario. La historia juzga y condena, es implacable y se cobra las deudas sin contemplación.
Luego de más de una década de gobiernos populistas, magos y politiqueros en Sudamérica, el tiempo de su poder y su caída ha llegado sin remedio.
El club de los innombrables, esa abominable asociación creada y unificada en concierto para delinquir, se ha ido cayendo a pedazos por obra y gracia de sus mismos fundadores.
‘El abuelo’, iniciador de las ‘artes’ que enseñan la represión social, la tortura y la miseria ya no está. Dejó su legado a un puñado de aprendices que mandaron al carajo la institucionalidad democrática de sus países en poco más de una década. Corrupción, represión, miseria, enriquecimiento ilícito y festines eran y son aún los nefastos métodos ‘revolucionarios’ que implementaron para terminar con la desigualdad social y la injusticia.
La dictadura en Cuba, a la cabeza de los hermanos Castro, casi llegó a los 60 años, tiempo suficiente para acostumbrarse a mandar y, el pueblo, a obedecer. Actualmente, todo permanece como el abuelo encargó, ni más ni menos.
En poco más de 10 años, los delfines del castrismo también fueron rehenes de una incongruencia llamada socialismo del siglo XXI. Una fórmula política demagoga que a fuerza de hacer creer en paraísos sociales se convirtió en una gigantesca lavadora que blanquea(ba) intereses personales: dinero mal habido, corrupción y deterioro de las libertades democráticas.
El también extinto comandante Hugo Chávez, parecía ser el hombre fuerte que afianzara los principios del nuevo club de amigos ‘revolucionarios’. En los hechos lo hizo, pretendió consolidar liderazgos e imponer una retórica política que fluyera e influyera fuertemente en los países que en su momento conformaban el ALBA y UNASUR, hoy prácticamente en ruinas.
Esas pretensiones se hicieron añicos cuando Chávez impuso una desastrosa política populachera, mentirosa y delincuencial en el centro de su partido y, desde ahí hacia los países satélite: Ecuador, Argentina y Bolivia que esperaban, con paciencia, las órdenes de Chávez, refrendadas, de antemano, por el gran hermano Fidel.
Todos sus mecanismos de influencia y poder apuntaban en una sola dirección: apoderarse del país, política, social y económicamente, arrebatándoles las conciencias a los ciudadanos y robándoles sus derechos y sus necesidades para luego venderles la idea de que si se portaban tolerantes con el régimen, esos derechos y necesidades serían devueltos, previa consideración en asamblea del partido al mejor estilo del Politburó soviético.
La ambición por el dominio absoluto, la corrupción y la cleptomanía tienen un poder supremo y narcotizante, ciegan la ética y la moral y violan los derechos y las libertades. Así fueron los inicios y el fin de casi todos los caudillos que ahora están rindiendo cuentas a la justicia y a la historia. Rafael Correa, el energúmeno y déspota presidente ecuatoriano, ahora no es más que un ciudadano de a pié que espera su juzgamiento.
La mafia de los K en Argentina, fue la parodia más grotesca del peronismo que afanó dinero y esperanzas de los argentinos. Cristina Fernández de Kirchner es, hoy en día, una prueba irrefutable de que en política no hay golpes ni asaltos perfectos a los intereses del pueblo. La gran enciclopedia de los cuadernos de las coimas K la ilustran y la delatan didácticamente.
En Brasil, primero Dilma Rousseff y luego el siempre bien ponderado líder del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, se vieron envueltos en la lavandería más maloliente y gigantesca que la historia de la corrupción brasileña haya registrado. La Operación Lava Jato y el escándalo en Petrobras, se llevaron a Dilma en un Impeachment de antología y al expresidente Lula a la cárcel, condenado a 9 años.
Aunque todavía queda Nicolás maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia.
La historia ya ha comenzado a cobrarse sus deudas, en el caso de Maduro, su dictadura ha comenzado a desmoronarse y con ella a caer todos los que destruyeron la unidad democrática y desarrollo de uno de los países más ricos de Latinoamérica. Los mecanismos activados por los organismos internacionales para presionar al régimen de Maduro están afectando con firmeza a un narcogobierno que inventa métodos desesperados para tapar su descalabro inminente.
En Bolivia, Evo Morales Ayma ha sufrido un gran deterioro como figura presidencial, aunque el MAS todavía se constituye en un fuerte dique de contención, tapando y protegiendo los escándalos del gobierno. La caída libre de Evo es una realidad. De aquí en más, a Morales y sus movimientos sociales, solo les queda actuar a base de órdenes y de facto emanados del jefazo y subjefazo. Linera ya dijo lo que tenía que decir: ordenó al TSE habilitar a Evo, sí o sí, así, sin pena ni asco, a su estilo: histérico y autoritario.
El tristemente célebre socialismo del siglo XXI, los gobiernos populistas, sus caudillos y toda su maquinaria corrupta, demagoga y delincuencial, se han convertido en estos tiempos, en honor a sus méritos, en una lepra política que apesta y de cuya estela ya nadie quiere sujetarse. Bolsonaro, Piñera, Macri y Duque, ahora son la novedosa vecindad que traza un nuevo mapa político en Sudamérica. ¡Ah! y todo eso bajo el aval del señor ‘agente naranja, como lo llama Spike Lee, a Donald Trump.
El autor es comunicador social.
Columnas de RUDDY ORELLANA V.