Contra el ciberactivismo
No sirve de nada tratar de convencer a nadie en las redes sociales. Eso deberíamos ya haberlo aceptado a estas alturas. Las redes nos han dado una poderosa forma de emisión de información, pero no de diálogo. Estamos viendo solo atisbos de las reacciones que podemos generar, pero ya hay algunas tendencias que nos conviene reconocer.
Sabemos que se forman burbujas de eco. Los algoritmos de las redes suelen mostrarnos más de aquello con lo que interactuamos. Ante todo, nos muestran más de aquellos con quienes estamos muy de acuerdo. Sentimos que compartimos visión y perspectiva entre muchas personas, dándonos la sensación de decir cosas profundas. En segundo lugar, vemos aquellos con los que estamos radicalmente en desacuerdo, ya que interactuamos mucho con estas cuentas para oponernos, dejando en cierto modo fuera del radar las visiones más moderadas y menos glamurosas de lecturas de la realidad.
Y es que todos tenemos opiniones. Las disparamos sin pensar en las consecuencias. Pero en las redes sucede esto: cuando tratamos de convencer a otro o lo ridiculizamos por sus ideas, lo único que logramos es que el otro se defienda y refuerce su creencia o idea, y no que la matice o reconsidere. Así, lo que simplemente inició como opinión se convierte en certeza.
Por otra parte, todos queremos participar al mismo tiempo dando nuestra opinión. Y eso hace que haya centenares de respuestas a las publicaciones que más molestan o con las que estamos en desacuerdo y queremos cambiar. Mientras tanto, hemos convertido un discurso minoritario en un tema de agenda, haciendo que las ideas más extremas cobren visibilidad. Somos nosotros quienes formamos las hordas de indignación que condenamos, aunque vemos solo la que no comparte nuestro punto de vista.
El lenguaje crispado y la hipérbole son tan habituales en el discurso en la red que no hay modo de dialogar. Podemos verlo en un índice de calidad argumentativa: piense usted qué tan rápido se compara a alguien con Hitler y un pensamiento distinto como nazi. Esta estrategia es usada tanto por derechas como izquierdas. Y siempre habrá quien le dé un "me gusta" a las opiniones crispadas, confirmando la percepción de estar en lo correcto.
El formato de la red, hecho con mensajes cortos y sin la posibilidad de ver en la cara al que está en su pantalla comentando, hace que no podamos dosificar ideas, compartir experiencias, modular contenidos y lograr un encuentro saludable. Si no tenemos cuidado, esta crispación dominará la discusión política necesaria más adelante. Vaya reto el que tenemos.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO