Lo que dicen las encuestas
Corre la semana de las definiciones partidarias que definirán el panorama de las alianzas de los opositores, enfrentados a la ilegal y anticonstitucional candidatura del régimen, así como el mayor desafío para la resistencia social a multiplicar sus esfuerzos.
El ardor político vigente se ha caldeado algo más con la publicación de dos encuestas, patrocinadas, una, por un diario nacional, y un canal televisivo paceño, la otra. El apasionamiento con que se han debatido los resultados radica principalmente en la enorme diferencia de los resultados que presentan, según los cuales Carlos Diego Mesa Gisbert aventajaría por dos puntos porcentuales a Juan Evo Morales Ayma, de acuerdo a la información del periódico (“Página Siete”, edición 21/10/18) , mientras que la encuesta del canal otorga al candidato del MAS 14 puntos por encima de su contendiente (revisar Facebook de RTP Bolivia, 25 y 26 de octubre).
Tan grande diferencia incrementa el desconcierto de la mayoría del público y reafirma una generalizada convicción –basada en una larga experiencia de comparación entre sus pronósticos y resultados– de su baja confiabilidad. Si, además nos adentramos en la consideración de la consistencia técnica de la información obtenida, el enfoque de la formulación de las preguntas y las formas seleccionadas para presentar la información, aumentan las razones para que se multipliquen las dudas y reservas.
Sobre una base tan resbaladiza, es posible, sin embargo, intentar un análisis que sirva para rescatar la información útil que ofrezcan, eventualmente, estos estudios electorales. Aquellos resultados que son más cercanos entre ambos sondeos ofrecen posibilidades mayores de encontrar pistas más sólidas, que aquellos donde existen diferencias enormes.
Con esa aproximación, la primera coincidencia significativa es que, en este momento, solo existen dos corredores con posibilidades ciertas, todos los demás están demasiado alejados para aguantar una competencia que será brutal. La segunda es que nadie ganaría la primera vuelta.
En el contexto político e histórico actual, esto otorga ventaja al candidato opositor porque tiene claramente mayores posibilidades de cosechar el apoyo de los otrosvotantes que no apoyan al del oficialismo. Aunque, en este aspecto, la diferencia del puntaje que acumulan los candidatos menores llega solo al 16% para el estudio encargado por el canal y 24% para el del diario, se trata, en ambos casos, de una magnitud suficiente para decidir el resultado de una segunda vuelta.
Un segundo campo a explorar es el de resultados sobre temas que ha tocado una de las encuestas y la otra no, o que es presentado públicamente por una sola. La del canal otorga la victoria al opositor en la mayor parte de las ciudades de mayor población y una considerable ventaja al oficialista en zonas rurales. La encuesta del periódico presenta un resultado especialmente interesante referido al 37% que registran quienes piensan que “las cosas irán peor si el actual presidente no es reelegido”, frente a un 24% de los que creen que mejorarán y un 30% de los escépticos que no esperan cambios en la situación.
Ese 37% se aproxima al máximo de votos (techo) que obtendría ahora el régimen, concentrado en hacer campaña desde el año 2006 hasta hoy, y tratando de explotar a su favor la incertidumbre; en tanto que el optimismo del 24% tiende a reflejar el mínimo (piso) de quienes lo resisten. El 30%, desencantado y sin mayores expectativas, se ubica como el de la franja central de disputa, con más posibilidades de captarse por los opositores, en la medida en que no se imponga entre ellos la tendencia de inclinarse (lo confiesen o no) por los ajustes estructurales y operaciones quirúrgicas, que comentaristas y asesores empiezan a propagandizar.
En el referendo de 2016 y en las elecciones judiciales se ha probado que las campañas del régimen, basadas en el miedo y las ofensas, pueden caer derrotadas por la decisión espontánea de nuestra sociedad, hastiada de ellas y, aún más, del metódico abuso de poder. Con más o menos encuestas, esa es la base real para tender un horizonte de trabajo colectivo que trascienda el hartazgo y se concentre en la construcción de un país menos vulnerable a las traiciones y embaucamientos políticos.
El autor es investigador y director del Instituto Alternativo.
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