Provocando desde la educación
Todos hablamos de educación en sus distintas percepciones y contextos desde los cuales nos movemos y analizamos. Tenemos frases como: “es una persona educada”, “le falta educación”, “antes sí que se educaba”...
Ante eso, me permito plantear tres ejes fundamentales: educación como proceso cultural, educación como proceso social y educación como proceso político, dichos ejes nos ayudarán a tener una reflexión ético-política.
Cuando hablamos de lo cultural, tomamos en cuenta que el proceso educativo corresponde a una mirada desde el cómo se cultivan en una sociedad los procesos de conocer, saber, hacer y ante todo la forma de vida que se quiere transmitir a todos aquellos que pertenecen a un determinado contexto espacio-temporal, para ello se recurre a ideas propias o también a determinadas aproximaciones desde otro tipo de miradas.
La educación como proceso social, tiene que ver con la pertenencia a determinados conglomerados sociales los cuales corresponden a un contexto ya sea geográfico, ya sea económico, también se puede ver las distintas formas de pertenencia a grupos sociales los cuales de una u otra manera se convierten en los defensores o innovadores que crean espacios de apertura o de neoconservadurismo.
La opción política no puede estar ajena de todos los procesos educativos, de ahí que se dará una confusión entre pertenencia política y proceso de manipulación ideológica, para –a partir de dichos elementos– mantener el statu quo que permita una probable continuidad con el proceso político de turno.
Todo ello nos invita a reflexionar, entonces, en cuál es la postura ético-política de los procesos educativos, puesto que tendrán un color de lentes determinados que, de alguna manera, podrá mostrarnos la dimensión ético-política que se quiere proyectar, es decir la construcción de ciudadanía que permita integrar los ideales de sociedad, economía y de ser humano.
Es en dicho sentido, que la educación debe identificar la crisis antropológica que se manifiesta en los distintos modelos, pues, al pasar por las calles, al llegar al aula, al entrar en la casa encontramos que somos nosotros los seres humanos que tenemos dificultades en la coherencia con nuestros procesos educativos, de ahí que el individuo, la especie humana y la sociedad necesariamente buscan fetiches que les tranquilicen la conciencia, pero no que les comprometan radicalmente con los valores adquirido, transmitidos y proyectados mediante la educación.
En síntesis, necesitamos provocar una educación concienciadora con una propuesta reflexiva y coherente con nuestra percepción de mundo y sociedad.
El autor es coordinador del doctorado en Educación con enfoque en la Complejidad y la Investigación Transdisciplinar - EMI Cochabamba
Columnas de JUAN RICHAR VILLACORTA GUZMÁN