Servicio Nacional de Salud
Acabo de releer una nota en Página Siete: un oncólogo que cuenta las penurias de un paciente.
Un oncólogo que hace de esta especialidad una especie de virtud como la de la madre Teresa de Calcuta o de la nueva santa boliviana, Nazaria Ignacia.
El seguro no cubre quimioterapia ni medicinas, excepto algunos calmantes que con el paso de la enfermedad ya son insuficientes
¿Qué ha pasado con los hospitales de segundo, tercer e incluso cuarto nivel? ¿Qué hacen estos hospitales que suenan a grandes avances? ¿No es mejor que entreguen una aspirina como hace más de 50 años atrás? Dónde están los avances médicos para paliar y, en muchos casos, curar esa enfermedad que es silenciosa, muchas veces, y otras tan ruidosa que ya cuando vas al médico estás con metástasis. Éstas son palabras mayores. Ya es la sentencia de muerte.
¿Qué pasa con el sistema de salud? ¿Cómo es posible que el tratamiento de quimioterapia esté sujeto a la medicina privada?
¿Se tiene que seguir aceptando que los hospitales sean esa especie de último recurso, porque para prevenir tienes que hacer colas desde las 4 de la madrugada, e incluso así, es muy probable que no tengas un turno?
Cómo seguimos aceptando que se gaste en suntuosidades, cuando los temas de salud, vivienda y educación están siendo minados por un no querer ver. Cuba, como dijo Rafael Puente, no escatimó esfuerzos en invertir en salud y en educación. Es más, con un bloqueo de padre y señor mío, logró avances sólo encontrados en países del primer mundo.
En el Reino Unido, hicieron una encuesta sobre cómo querían que se gastara el dinero de los contribuyentes, y el orden fue salud, educación y vivienda social.
Parece que nosotros también votaríamos por esa opción. A no ser que estemos ya tan vacunados contra el sistema de salud y votemos por una privatización total de la salud como en EEUU. Seguro que nadie diría que sí a esto, ni remotamente. Pero que prueben, ¡no ve que!
Filósofo y sociólogo
Columnas de CARLOS F. TORANZOS