10 de Noviembre
Aún hasta hoy, muchos potosinos creían –creíamos– que el alzamiento del 10 de noviembre de 1810 fue motivado por el triunfo de las armas patriotas en la Batalla de Suipacha. Todavía se repite que Potosí era una ciudad realista por excelencia y tuvo que levantarse para caerle en gracia al ejército que había obtenido la victoria el 7 de noviembre de ese año.
Sin embargo, una lectura más analítica de los documentos que se refieren a aquella gesta arroja otros resultados.
Para empezar, están los polémicos “Apuntes para la historia de la revolución del Alto-Perú, hoy Bolivia”, atribuidos a Manuel María Urcullu, de la facción Olañetista, que, cuestionados y todo, revelan que, tras el alzamiento del 25 de mayo de 1809, en Chuquisaca, Mariano Mercado y Mariano Michel partieron hacia La Paz y Bernardo Monteagudo a Potosí con el propósito de establecer contactos con personas que, a su vez, provocaran insurgencias en esas ciudades.
Esa versión es ratificada por otros historiadores tempranos como Luis Subieta Sagárnaga que va más allá al señalar que, en 1809, se formó en Potosí una sociedad secreta “en favor de la causa americana” que incluso envió a Mariano Subieta “de comisionado a Chuquisaca para entrar en acuerdos con los patriotas que preparaban el movimiento revolucionario del 25 de Mayo”.
Si nos atenemos a esa lectura, entenderemos que los levantamientos en las ciudades de Charcas no fueron espontáneos, o como resultado de algún suceso, como el arresto de Jaime Zudáñez en Chuquisaca o la Batalla de Suipacha en Potosí, sino la consecuencia de una conjura, un proceso de conspiración que ameritó no solo días ni semanas sino meses de preparativos.
Es obvio que ya en 1809 existía una corriente que apuntaba a la desvinculación de los territorios peruanos –que incluían a Charcas, hoy Bolivia– de la corona española y el encarcelamiento del rey Fernando VII, en Europa, era simplemente el pretexto para cortar los vínculos con la corona española.
Desde luego, ninguna conspiración podía triunfar si estaba aislada. Incluso los grandes levantamientos indígenas del siglo XVIII estuvieron coordinados con el propósito de instaurar un nuevo régimen tras la caída del colonialismo español. Lo propio pasó con los alzamientos de Buenos Aires, Chuquisaca y La Paz, en 1809, y los que sobrevinieron en 1810.
Por tanto, se debe dejar de ver a la gesta libertaria potosina como un alzamiento interesado o convenenciero. Lo que realmente buscaba era la independencia. Por eso debe celebrarse el 10 de noviembre de cada año.
El autor es periodista, Premio Nacional en Historia del Periodismo.
Columnas de JUAN JOSÉ TORO MONTOYA