¿21060 para la economía de Venezuela?
Cuando uno analiza las cifras de la economía de Venezuela parecería que se encuentra en un estado colapsado; así por ejemplo, el PIB se contrajo por quinto año consecutivo y se prevé una caída para este año del 15%, después del –13,7% del año 2017; la hiperinflación, de acuerdo al FMI, se espera que culmine el año en un 1.000.000%, (muy de lejos de los 11,750% de Bolivia en el año 1985); al cierre de la gestión 2017 el saldo de la deuda externa equivale a casi 143% de su PIB; las reservas internacionales se ubican en 8.576 millones de dólares comparables solo con las del año 1994.
El déficit fiscal crónico se estima en un 17% del PIB, pese a la recuperación experimentada por el precio del petróleo, déficit que se sigue financiado con emisión de dinero del Banco Central. La producción de petróleo está en caída; a fin de año se producirá 1.000.000 de barriles menos, su nivel más bajo desde el año 1965; la gasolina cuesta 1 centavo de dólar (una moneda de 1 boliviano equivale a 16 litros). El tipo de cambio oficial y el paralelo experimentaron en la gestión 2017 una depreciación del 395%, el oficial, y de 3.027% el paralelo; este último se determina de acuerdo con la oferta y la demanda, al cierre de esa gestión se amplió la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, de 30 a 1. Por su parte, los agregados monetarios continúan creciendo a tasas muy elevadas; en la gestión 2017, el crecimiento de la base monetaria fue del 1.737%; el incremento salarial fue de 3.500%; la inversión se encuentra en el 10% del PIB, considerada una de las más bajas del mundo; la pobreza afecta al 87% de la población y la extrema pobreza está imparable alza, alcanzando al 61,2%. Todo esto está conduciendo a la destrucción de la capacidad productiva.
Estas cifras fueron extraídas de estudios independientes o de organismos internacionales, ya que las entidades del gobierno autorizadas para proporcionar información estadística no hacen públicos los datos económicos, algunos desde la gestión 2013 que, en muchos casos, se han descontrolado a niveles exponenciales.
Este es el resultado que evidencia, en cifras, el manejo de un modelo económico basado en el control estatal de la economía; una política de control de precios y del tipo de cambio, que origina escasez, coarta la inversión privada y el emprendimiento, obligando a los empresarios a dejan de producir, al acumular insostenibles pérdidas; disminuyen las exportaciones y la inversión extranjera; la creación de dinero es más rápida que el aumento de la producción de bienes y servicios.
Ante esta situación de deterioro constante de las principales variables económicas, el Gobierno de Venezuela, el pasado mes de agosto, presentó un programa de ajuste, denominado Plan de Recuperación Económica, con el propósito de aliviar esta realidad y buscar calmar la crisis: se eliminaron cinco ceros de la moneda, creando el bolívar soberano; se instauró una criptomoneda, denominado “El Petro”, cuyo precio está atado al barril del petróleo, o sea, se tiene a partir de ahora dos unidades de cuenta: el bolívar soberano y el Petro; todos los precios de la economía y los salarios deben expresarse en ambas unidades; se aumentó el salario mínimo en 5.900%, respecto al realizado en el mes de junio de este año. Se incrementaron los impuestos, entre ellos el IVA; la alícuota pasó de 12 a 16%, y se triplicó en algunos casos el impuesto sobre la renta, con el propósito de alcanzar una meta de déficit fiscal “cero”. Hasta la fecha se desconoce el impacto de estas nuevas medidas, pero las cifras continúan con el mismo comportamiento.
Ante esta realidad, una economía prácticamente destruida, al gobierno de Venezuela sólo le queda aplicar medidas estructurales. Como alternativa, se debería evaluar una política económica similar a la aplicada en Bolivia con el DS 21060 en el año 1985, de manera que marque un nuevo rumbo a su economía: supriman controles de los precios, dejen que éstos fluctúen libremente, instauren un tipo de cambio flexible administrado por el Banco Central, impulsen la producción interna, eleven las exportaciones, dejen de imprimir dinero inorgánico, equilibren las cuentas fiscales y externas con medidas restrictivas, y liberalicen el mercado financiero, entre las más importantes.
Mirando en perspectiva, sólo el tiempo dirá cuán lejos o cerca están de revertir esta situación; lo único cierto es que, continuando por este camino, cada vez más empresas se irán del país, los emprendimientos se cerrarán, aumentará el éxodo y la conflictividad social, con un final incierto, pero nada halagüeño.
El autor es economista
Columnas de JAVIER REVOLLO PIZARROSO