El “excremento” de Bill Gates
Nunca esperaba ver esto en un medio de prensa, porque se supone que todos los seres humanos tenemos algo de reserva, antes de mostrar nuestros residuos tóxicos en público.
Bill no tuvo reparos, lo hizo en Pekín ante la mirada de estupor de miles de asistentes a la exposición de los “retretes del futuro”, que se celebra en la capital china, pese a que en dicha ciudad, no precisamente se esconden los desechos, ya que podremos ver a sus habitantes efectuando regurgitaciones circenses, para extraer de su gargantas los mocos producidos por la excesiva polución, que atascan cualquier tubo bioaireador, lo que permite que esos obstructores asesinos se impriman en los asfaltos o en las aceras de esa enorme urbe china o de otras ciudades y campos a lo largo de ese país continente, por la fuerza de su expulsión.
Es por ello que, con seguridad, para ser más extrovertido y entendido, Gates se propuso ser totalmente académico, mostrando objetivamente el producto de sus vísceras para exponer al mundo que muchos millones de seres de este siglo siguen depositando sus desechos en la superficie de sus ciudades, de sus campos, de los alrededores de sus hogares, sin tener miedo al riesgo de la contaminación, de los olores poco aromáticos y del aspecto, que en muchos casos se ha convertido en parte de su paisaje, más si añadimos a las clases de élite que sacan sus mascotas a defecar en los parques y calles con la única ventaja de que en meses, esos residuos se conviertan en abono para fertilizar las tierras, o en parte de las suelas de los zapatos citadinos, ¡qué triste paradoja!
Es bueno saber que quien es uno de los pocos trillonarios de este mundo puede sostener en sus manos un frasco de excremento que, por lógica, debe ser entendido como el propio, porque sostener la caca ajena debe causar náuseas.
No está de más pensar que, en el futuro, los componentes de su empresa Microsoft producirán un software estomacal que convierta las heces fecales en residuo electrónico, incoloro e inodoro, evitando que el espíritu del titular, sea enturbiado por sus componentes normales.
Lo cierto es que, volviendo al estupor de ese acto mundial, llamemos a la reflexión de gobernantes y de todo humano que pueda acceder a la noticia, y sepamos reparar la injusticia de no contar con retretes suficientes en las ciudades, que eliminen la aflicción de los estómagos sueltos, de los deseos reprimidos de expulsar contenidos, en hogares y calles sin auxilio oportuno, en ciudades sin alma, con autoridades sin temor de evacuaciones urgentes, por tener bellos excusados bañados en porcelana y no dos piecitos marcados en cemento áspero, –para suerte de algunos– aunque conduzca directamente a un pozo séptico del que emanan olores inconfundibles, ¡lo importante es tenerlos!
Acabo con la confirmación de que todo humano, sea el Rey o sea el Papa, no se libra de la necesidad de tener un retrete a mano, lo contrario será la pérdida de la estima personal y del aroma de un perfume, para oler como huele la más pobre de las letrinas.
El autor es abogado
Columnas de MARIO BOERO