En Estados Unidos es difícil votar
Apenas un 37% de los potenciales votantes asistieron a las urnas estadounidenses el pasado martes 6 de noviembre para las llamadas mid term elections, comicios que se realizan en la mitad del mandato presidencial para renovar la cámara baja, el Senado y elegir gobernadores. En general, el flujo de votantes en un país de 325 millones y con posibilidades concretas de que más de 200 millones estén en condiciones de votar, por lo general es bastante bajo. Hay varias razones que explican por qué EE.UU. se ubica muy por detrás de otra naciones democráticas en materia de participación electoral. No deja de ser paradójica esta situación en una democracia ejemplar, con más de 220 años de vida y de alta institucionalidad.
El voto en EE.UU. no es obligatorio sino voluntario, al revés de la norma de muchos otros países que sí lo hacen obligatorio y con sanciones diversas por no presentarse a votar. La parte voluntaria me parece bien, una de las libertades democráticas esenciales es el no participar si uno así lo desea y por eso nunca estuve de acuerdo con la obligatoriedad del voto. Pero el resto de las restricciones explícitas e implícitas existentes, proyectan un preocupante cono de sombra sobre la gran democracia norteamericana, tan ponderada y admirada por todos nosotros. Para comenzar, las elecciones se realizan los martes, tradición derivada de viejas prácticas rurales y religiosas que hoy no tiene sentido. Sin embargo, los aislados esfuerzos por cambiar la fecha para que los comicios se realicen sábados o domingos hasta ahora ha tenido éxito. Comicios en un día laborable impiden que muchos trabajadores puedan ejercer su legítimo derecho de elegir.
Pero lo más preocupante en EE.UU. con respecto al voto es que para ejercerlo primero hay que registrarse e identificarse debidamente cumpliendo previamente engorrosas tramitaciones. No hay padrones electorales derivados de la masa de habitantes con edad para votar, tal como ocurre en Bolivia y otros lugares. El individuo debe registrarse por su propia cuenta y como el país es federal, cada estado además impone sus propias reglas particulares, al margen de las comunes para todos. Los trámites son tan complicados que mucha gente opta por no completarlos y se queda sin votar, en algunos casos de por vida. Pareciera como si se quisiera restringir el voto, en lugar de expandirlo al máximo. A todo esto, en varios estados se impide votar a quienes han tenido o tienen cuentas pendientes con la justicia por algún delito menor o mayor. Al final, todo el conjunto genera factores inhibitorios que en lugar de estimular el voto lo restringen notablemente.
"Puede ser un trabajo muy difícil tratar de votar en los Estados Unidos", aseveró públicamente Joseph Hockey, el embajador australiano en Washington. Y agregó: “Inscripción, votación local, una jornada laboral, complicados mecanismos de registro previos a la votación. Mi país Australia tiene la bendición de tener un proceso electoral genuinamente independiente y simple". En esto, el diplomático –sin quererlo– habló no sólo por los australianos sino en representación implícita de muchos otros pueblos del orbe que opinan igual. Por su lado, los estadounidenses consideran que los sistemas del exterior son completamente extraños, comenzando con lo del voto obligatorio. Lo concreto: aún en nuestros días sigue siendo difícil poder votar en los Estados Unidos de América.
El autor es ex Canciller de Bolivia, Economista y politólogo
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