Negro futuro turístico

“Estamos frente a la reserva forestal más grande y mejor cuidada de Bolivia, sólo verán –en un giro de 360 grados– puro verdor”, decía orgulloso su guardaparques, cuando varios periodistas visitamos, hace unos años, la reserva forestal de Tucabaca, gracias a una invitación de Ferroviaria Oriental.

Al mismo tiempo, un guía de turismo punteaba que lo único que le hacía falta a esta reserva era mejorar los senderos para que las caminatas ecológicas fueran más cómodas para sus turistas, ya que según él, quienes venían de Japón o de Europa, eran de edad avanzada y necesitaban caminar cómodamente, para admirar este tesoro natural.

Él pedía un incentivo al turismo e imagino que estaría muy feliz y contento al saber que el Banco de Desarrollo Productivo habilitó, desde hace más de un año, el crédito BDP Turismo, con créditos para capital de operación e inversión hasta 10 años plazo con tasas que van del 6 al 11 por ciento.

Por otro lado, el experto español Joan Passolas, quien fue vicepresidente de la Organización Mundial del Turismo, dijo hace poco que Bolivia es un santuario turístico por explotar, ya que el mundo tiene una visión equivocada del país al creer que es sólo un lugar altiplánico cuando tiene grandes extensiones de selvas y Amazonía casi “sagradas”. Por ello, recomendó que el país “tome con seriedad” su potencial turístico y que dé a esta área la debida importancia.

Esta recomendación, el orgullo que sintió el guardaparques, y el crédito del BDP, caen en saco roto. Porque ya no es una reserva virginal.

Imagino que desde hace un mes, el discurso de presentación ha variado y puede que ahora diga: “Estamos en una reserva, mancillada por una gran mancha, sin árboles, ni  vida animal, equivalente a 55 hectáreas de bosque, una superficie similar a 77 canchas de fútbol, que aparecieron arrasadas, a plan de motosierra y fuego, bajo el permiso del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) de Bolivia, que autorizó la dotación de parcelas de terrenos dentro de la Reserva de Tucabaca”.

Y puede que a la larga, el discurso se efectúe en una sala llena de butacas con turistas munidos de lentes de realidad virtual, que verán una proyección de lo que fue Tucabaca, respirando aire rancio y sucio.

Siendo así, el turismo ecológico en Bolivia tiene un lamentable y oscuro futuro.

La autora es magíster en comunicación social y periodista