Vuelos nocturnos
La actividad de volar incluye riesgos inevitables que, en algunas ocasiones, terminan en accidentes, muchos con fatales resultados.
El pasado 5 de octubre se cumplieron 115 años del primer vuelo realizado con una máquina más pesada que el aire, impulsada con un motor, hazaña realizada por los hermanos Wright.
Por fin, la especie humana lograba dar paso a uno de los mayores sueños, conquistando la inmensidad de la bóveda celeste, haciendo que se utilice el aire para transportarse en un medio que es ajeno a su naturaleza pues, hasta entonces, solamente las aves y muchos insectos alados conseguían superar los límites que, para los humanos, eran reservados a dichas especies.
A consecuencia de las grandes guerras y del vertiginoso avance de la tecnología, hoy podemos gozar del medio de transporte más rápido y seguro ofrecido por miles de aeronaves de pasajeros que nos llevan de un lugar a otro en vuelos que alcanzan 18 horas 45 minutos y algo más de 16.000 kilómetros (Singapur-Nueva York).
Pese a las medidas preventivas que asumen los fabricantes, las autoridades del ramo y los operadores, sabemos que la actividad de volar incluye riesgos inevitables que en algunas ocasiones terminan en accidentes, muchos, con fatales resultados.
Hoy, quiero referirme específicamente a los vuelos que realizan las aeronaves de escuelas de aviación en horas nocturnas sobre áreas pobladas de nuestra ciudad de Cochabamba.
Para ejemplificar la situación, debemos recordar el accidente ocurrido unos meses atrás en la zona de Sacaba, cuando una avioneta de instrucción que realizaba maniobras alrededor del mediodía tuvo la rotura de su hélice produciendo tan fuerte vibración que arrancó el motor completo que cayó a tierra.
En poco tiempo, debido al desequilibrio en el centro de gravedad que produce la falta de peso por la caída del motor, el piloto instructor asumió el mando controlando exitosamente la situación con la pericia que sólo dan las miles de horas de vuelo de experiencia, así pudo evitar daños a sus ocupantes.
¿Qué ocurriría si esas condiciones se plantearan durante los vuelos nocturnos que realizan a diario las avionetas de escuela que sobrevuelan la ciudad, a sabiendas de los obstáculos que presenta la situación por la orografía y la baja densidad del aire por la altitud?
En la oscuridad de la noche sería imposible encontrar un espacio de terreno similar al de Sacaba, mucho menos alcanzar una de las cuatro cabeceras de las pistas de nuestro aeropuerto.
La prevención de accidentes aeronáuticos queda en manos de las autoridades pertinentes y la responsabilidad de los operadores.
Al final de cuentas, todos sabemos que los fierros, fierros nomás son.
El autor es piloto TLA
Columnas de MURILO JIMÉNEZ