Las malas compañías del ALBA
Ayer, en La Habana, se ha inaugurado la XVI Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del pacto que conforma la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, ALBA-TCP.
Como ya es habitual, la inauguración de esta nueva “cumbre” del ALBA pasó desapercibida para los principales medios de comunicación del mundo. No mereció en la agenda informativa internacional más que muy breves notas marginales y aún ellas, cuando las hubo, no encontraron nada de mayor valor informativo que la intrascendencia del acto y, peor aún, de los discursos de los principales miembros de la alianza.
La poca atención que mereció esa reunión es muy comprensible. Es que como todo lo relacionado con el chavismo y su “Socialismo del siglo XXI”, ALBA y TCP, como Unasur, Celac y muchas otros organismos internacionales creados en tiempos del auge del chavismo, ahora no son nada más que siglas vacías, carentes de todo contenido, y cuya agonía artificialmente prolongada es motivo de nostalgia para unos, sonrisas burlonas para otros e indiferencia para todos los demás.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, tuvo a su cargo el discurso inaugural. Y, como no podía ser de otro modo, dada la actual intrascendencia de la alianza, no fue nada más que una larga y nostálgica rememoración de los ambiciosos proyectos con que la Alianza nació hace 14 años, acunada por Fidel Castro y Hugo Chávez. Palabras aderezadas, como siempre, con las mismas arengas antiimperialistas y anticapitalistas que en La Habana se repiten sin mayor variación desde hace seis décadas.
Igual de vacías fueron las del excanciller de Bolivia, y actual Secretario General del Alba, David Choquehuanca, las de Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Evo Morales. Todos coincidieron en atribuir a una confabulación internacional, a una guerra económica y comunicacional, la crisis en que están sumidos sus respectivos países.
No hubo ni asomo de autocrítica, nada que permita alentar la esperanza en la posibilidad de que los extravíos ideológicos, la ineptitud, la impostura y sobre todo la corrupción de las cúpulas gobernantes, sean identificados como factores causantes de la debacle del “Socialismo del siglo XXI”.
La presencia de Evo Morales en medio de tan malas compañías y compartiendo tan pobres y desgastados argumentos no hace más que empeorar la ya muy mala imagen que el gobierno de Bolivia proyecta al mundo. Peor aún si con cada día que pasa se multiplican y hacen más visibles las similitudes con regímenes tan desacreditados como los de Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua.