“Artesanos de la paz”
En casi todo el mundo y más allá del significado religioso que esta fecha rememora (el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios que dio su vida por la humanidad y dejó el legado de amar a Dios y amar al prójimo como a ti mismo), la Navidad se ha convertido en un tiempo de reconciliación, intercambio de dones y predisposición a la solidaridad y el encuentro humano. Se trata de un tiempo que puede servir en situaciones tan difíciles como las que estamos atravesando –en el país y en el mundo—para desarmar nuestros espíritus y encontrar caminos de paz.
En esa perspectiva y como un instrumento de reflexión, me permito dedicar esta columna a reseñar, en forma resumida, el Mensaje del papa Francisco para la 52 Jornada Mundial de la Paz recientemente publicado y aún poco difundido.
Francisco parte del convencimiento de que “la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana”.
Nos recuerda que la “búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”. Más aún, nos dice que la “política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad”. Y agrega que “la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud”.
Pero, el Papa es realista: “En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios (…) Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio”.
En esta sucesión de cal y arena, Francisco dice que la “buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro”, advierte que cuando esto no sucede, “el futuro está en peligro” y que la “auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales. Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas (…) Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz”.
Termina su mensaje afirmando que la paz es “fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:
– La paz con nosotros mismos (…); – La paz con el otro (…); – La paz con la creación”.
¡Feliz Navidad y que la esperanza se apropie de nosotros¡
El autor fue director de Los Tiempos
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA