Energía y humanidad marcharán juntas nuevamente
Como ya mencioné en una nota de 2013, desde la más remota antigüedad el dilema humano esencial se centró en cómo crear energía, cómo conservarla y de qué manera usarla para propio beneficio. La historia del hombre ha transcurrido en paralelo con la historia del desarrollo energético. Partiendo de las fuentes naturales (agua, tierra, fuego y vientos) se fueron mejorando técnicas e inventando procesos. El homo sapiens siempre procuró salvar energía, tanto para sí mismo al acumular grasa en su cuerpo (cuando podía comer en abundancia) como también supo con el tiempo guardar energía para manejarse mejor en la vida cotidiana. La progresiva domesticación de equinos, vacunos, ovinos, gallináceos, perros y gatos, significó un notable ahorro de energía al brindar protección contra alimañas, compañía para cazar, transporte, seguridad y la posibilidad de tener alimentos a la mano (proveedores de energía) sin necesidad de salir a buscarlos, gastando en ello buena parte de la energía ya acumulada.
El dinámico avance de la curva del progreso perfeccionó lo conocido y precipitó otra serie de innovaciones con miras a satisfacer los nuevos requerimientos energéticos de la vida en sociedad. Los romanos construyeron sus famosas “vías”, con centro irradiador en Roma, capital del imperio. Era otra manera de ahorrar energía y de avanzar con poco esfuerzo para seguir conquistando o preservar lo obtenido. Las modernas autopistas del presente reflejan ese legado del pasado. Luego vino el tiempo de los trenes, automóviles y aviones, culminando con la era atómica y espacial. Todos esos inventos surgieron por la perenne lucha en pos de salvar energía. Empero, he aquí que tras una positiva evolución de milenios hemos llegado hasta hace pocos años a un nivel negativo. El hombre ya no ahorraba energía, la estaba dilapidando. Y fue un giro de peligrosas consecuencias. La falta de ese tradicional sentido histórico del ahorro energético creó fenómenos dañinos como el efecto invernadero y el calentamiento global.
La creciente alarma universal por la contaminación de los combustibles fósiles ha logrado recrear el sentido pretérito del ahorro energético. Ahora se observa un positivo vuelco hacia el uso de energías limpias y renovables. Volvemos al pasado con lo mejor de la tecnología disponible de esta época que vivimos. Los combustibles tradicionales, tales como carbón petróleo, gas y derivados, progresivamente están siendo reemplazados por fuentes limpias y renovables. Este proceso tomará bastantes años aún, pero ya andamos por el buen camino. La humanidad se reorienta hacia sus propios orígenes, que tuvieron al ahorro de energía como un factor vital.
La Agenda de Acción Lima-París (2015) marcó una nueva etapa para avanzar en las próximas décadas hacia un mundo menos contaminado. Los expertos predicen que en 2050 habremos llegado al límite de la contaminación en varias regiones del mundo. Para impedir esa calamidad se hace necesaria una transformación económica y social global que implique mucho mayor uso de los elementos naturales capaces de proveer fuentes limpias de renovación constante. Urge que energía y humanidad marchen juntas nuevamente en el eterno proceso de usar energía con prudencia y saber ahorrarla de la misma manera.
El autor es ex Canciller de Bolivia, Economista y politólogo
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