La agenda pendiente: educación de calidad
Bolivia es un país que no demanda calidad educativa. Eso no está en las agendas políticas, menos entre las prioridades. Los temas relativos a la educación en las redes sociales son casi inexistentes y cuando surgen, la participación es reducida y débil en criterios. Nuestra población entiende lo educativo como asunto de especialistas, cuando debiera ser el centro de las preocupaciones de cualquier ciudadano pues se juega el destino de nuestros niños y jóvenes. Lo que se haga hoy en educación tendrá mucho que ver también con el destino del país.
Las reformas nunca son comprendidas a fondo por la sociedad. Se confunden las condiciones necesarias como la infraestructura, con la educación como tal. Tal vez por eso, no se pide cuentas al estado ni se defienden avances educativos. Mucho tienen que ver en eso las instituciones que no comparten con sus comunidades las innovaciones, incoherencias y problemas educativos en cada contexto con actitud crítica y autocrítica. La universidad le echa la culpa a la secundaria, la secundaria a la primaria y la primaria a la familia. La mentalidad boliviana en cuestión educativa suele ser precaria, generalmente autoritaria e impermeable a verdaderos cambios.
Es notoria la distancia entre el discurso oficial y lo que verdaderamente se hace. El gobierno publicita dentro y fuera del país su “Modelo” y sostiene que implementa “una educación integral-holística, descolonizadora, comunitaria, productiva intercultural, intracultural y plurilingüe para responder a los problemas de nuestra realidad”. ¿Qué tienen de productivos y holísticos nuestros colegios en su funcionamiento, los materiales educativos, los procesos de enseñanza y evaluación? ¿Qué tiene de intercultural y plurilingüe una educación que se ha quedado en un costumbrismo superficial? ¿Cuántos bachilleres egresaron sabiendo hablar una lengua originaria de su región aprendida en el colegio? ¿Qué tiene de “descolonizadora” una educación que no trabaja por la formación del sentido crítico de niños y jóvenes, que no lleva a una comprensión amplia, veraz de nuestra historia y de nuestros problemas nacionales, que permite la manipulación de los niños del campo para generar victimización y enfrentamiento entre bolivianos? ¿Qué tipo de maestros se ha formado en estos años que no se rebelan ante este abuso contra sus estudiantes?
Ojalá que el 2019 los programas políticos tomen en cuenta prioritariamente, propuestas educativas que promuevan aprender a convivir en un estado de derecho con respeto, justicia y equidad. Que eduquemos a las nuevas generaciones como ciudadanos bolivianos del Siglo XXI que asumen críticamente nuestro pasado, valores y problemáticas sin descuidar también los desafíos del futuro.
La autora es docente y escritora
Columnas de MELITA DEL CARPIO SORIANO